Mujer –Menos mal que no le diste al cuchillo en la cara. Se enterró con su traje. Se guardó (...) de su bautizo. La gente dice que no es bueno bautizar a un niño cuando ya es mayor. Esa fue la última vez que se puso el traje. La primera vez fue en nuestra boda, la segunda en su bautizo y la tercera en su funeral. Lástima que ni siquiera has podido verle, se le veía muy bien, tenía la cara serena, incluso parecía que se reía, ni siquiera parecía estaba lleno de agujeros, lo enterraron enseguida. (silencio.) ¿Está buena la tarta? (el joven no contesta, la mujer saca un cuchillo de debajo del vestido.) Lo he traído para partir la tarta. Hice este vestido sólo para entrar aquí, cosí un bolsillo en el interior para ocultar el cuchillo, sabía que no buscarían entre mi ropa, cógela (le da el cuchillo al joven.)
Joven –(el joven coge el cuchillo y mira fijamente a la mujer.) la tarta sabe bien. ¿Crees que me van a matar aquí mismo?
Mujer –No lo sé. Pero si no te matan aquí, te van a matar fuera, eso sí. Sólo había un angelito enterrado. ¿Y tu padre, hijo mío? El padre y la madre son sagrados.
Joven –Sólo quería ser perdonado (silencio.) No aquí en la tierra, allá con Dios. Parece que él siempre estaba durmiendo cuando yo estaba despierto. Le llamé tanto, le pedí tanto, como me enseñó mi abuela, ¿te acuerdas? ¿Las oraciones que me dijo que dijera cuando tuviera miedo? Pero no sirvió de nada, no sé, parece que a Dios no le importan los niños. No dejaba de pensar que sólo los grandes tienen un momento con Dios.
Mujer –Es un gran pecado. No digas eso, Dios es para todos, y ya estás todo equivocado y le debes una explicación con estas tonterías todas que estás diciendo.
Joven –En la primera comunión la maestra nos dijo que no existe el pecado grande o pequeño, dijo que un pecado es un pecado, robar una gallina es lo mismo que robar un huevo, dijo que Dios no cuenta los pecados por su tamaño, los cuenta por el número de veces que se cometen, ¿crees que es así?
Mujer –No lo sé.
Joven –También dijo que sólo hay que pensar en algo malo y ya es un pecado. Pensar es lo mismo que hacer.
Mujer –Estoy de acuerdo con eso. Por eso me paso todo el tiempo pensando en Dios, rezando.
Joven –Entonces, no creo que me perdone. Antes de matar a mi padre ya había pensado en hacerlo mil veces.
Mujer –Que Dios te perdone, porque yo no creo que pueda.
Joven –No te estoy pidiendo perdón. Porque cuando necesité ayuda de ti y de Dios, ninguno de los dos me escuchó. Igual ambos estaban ocupados el uno con el otro. Ya que dices que piensas en él todo el tiempo.
Mujer –Pide perdón a Dios, joven. Saca esta cosa mala de ti, este demonio.
Joven –(comienza a reírse en voz baja.) Le pedí a Dios tanta ayuda, tanta ayuda, y todo lo que me regaló fue dolor. Entonces ya no sabía lo que era sentir nada.
Mujer –No digas eso, Él castiga.
Joven –¿Castiga? ¿Qué castigo merezco? (silencio.) ¿Tú me quieres?
Mujer –(baja la cabeza.) Sí. No lo sé.
Joven –Y mi padre, ¿quieres a mi padre? (la mujer asiente con la cabeza.) ¿Le quieres más a él? ¿O yo?
Mujer –(silencio.) El amor debe ser como un pecado, no hay amor grande o pequeño.
Joven –O lo quieres o no lo quieres, ¿verdad? Siempre le has querido. Sólo a él. Fui un estorbo, nunca te quisiste ni siquiera a ti misma.
Mujer –(con la voz llorosa.) Y él sólo te amaba a ti.
Joven –(sonríe suavemente.) ¿Qué crees que es el amor? ¿Es hacer daño? ¿Amor es provocar el miedo? ¿Qué significa el amor para ti?
Mujer –No sé, joven, creo que será mejor que me vaya. (levantándose.)
Joven –(le coge la mano.) Me odias demasiado.
Mujer –¿Quién? ¿Yo qué? ¿Quién soy yo en este mundo para odiar a alguien? Yo sólo... (desorientada.) Estoy... (silencio.) Suéltame. (tira de su mano, coge el plato de tarta, la botella de agua y el cuchillo, le da la espalda al joven.)
Joven –Su bendición. Bendíceme sólo una vez.
Mujer –(conteniendo una furia.) Te odio, muchacho. (silencio.) Desde que saliste de mis entrañas, te he odiado desde que te caíste a este mundo y me robaste el amor que era mío. Rezaba todas las noches al pie del santo para llevarte, “este muchacho mujer del demonio”. Ahora, después de lo que has hecho, rezo para que sigas vivo. Rezo para que te arranquen pedazo a pedazo. Nunca tuve un marido. Nunca tuve paz después de que nacieras. Parece que tu calor fue mejor que el mío. Ahora nada más importa, él está muerto, yo he perdido, tú has perdido. Lo único que puedo hacer es ver cómo te pudres. ¡La muerte no es suficiente! No contento con quitarme a tu padre en vida, ahora dame el regalo del duelo. Me voy a casa a rezar por tu carroño, que Dios te castigue. (la mujer le da la espalda al joven.) Estoy maldecida, he parido carne podrida, hijo de Satanás. Espero que tu castigo sea al menos la mitad de lo que deseo para ti.
Joven –(se levanta.) Sólo tengo un ojo. (se quita la camisa.) Tengo una quemadura y una herida en el lugar de la piel, ya no tengo ni una uña. (se quita la ropa.) ¿Lo ves? (muestra la región de su pene que está mutilada.) ¿Sabes por qué él se lo ha sacado? No lo sabes, ¿verdad? ¿Qué más castigo puedes pedirme? Si quieres rogarme más, entonces ruégame dos veces por su amor y tu amor juntos, entonces no necesitarás ningún castigo de Dios, fue este amor que dices que robé el que me hizo esto, y a ti?
Mujer –¿Quieres que me compadezca de ti? ¿Quieres que envuelva en mi regazo? ¿Qué te acaricie? Has seguido tu propio camino. No puedes abrir la boca para hablar de amor. Un demonio como tú ni siquiera merece morir. No sé cómo Dios permite que gente así nazca y viva en el mundo. Quien tiene el valor de matar a un ángel y matar a un padre tiene el valor de hacer cualquier cosa. Me gustaría no haber visto cuando desenterraron a todos esos niños, sólo huesos. Más de veinte. Ahora tengo que dejar el pueblo. Es demasiada miseria para mí solo. Ojalá Dios me hubiera dejado ciega para no haber visto todo esto. Ni siquiera era para haberme dado la vida.
Joven –¿Ciega, sorda o lo que sea? Así es como siempre te vi a ti. Grité delante de ti. Pedí ayuda todo el tiempo. Tantas veces, y nunca me escuchaste. Hacía una semana que se había marchado a la ciudad del otro lado del río, y el día que volvió, aún era de mañana, no pude dormir en toda la noche con la cabeza alterada. Cuando salió el sol, corrí justo debajo del culo de la vaca, esperando que mi armadura cayera sobre mi cara y se extendiera por todo mi cuerpo. La señora no tiene ni idea de cuánto tiempo ha tardado. Esperé y esperé hasta que sentí el calor sobre mí. Allí pensé que estaría escondido para siempre, me quedé allí, quieto, pensando que era invisible, muy quieto, y fue entonces cuando llegó él. Ni siquiera has visto. Me arrastró por el brazo, como un caimán que atrapa a un ternerito, y me arrastró como un saco de harina por el suelo. Cogió una pastilla de jabón que estaba en la ventana y al borde del río me bañó de aquí a aquí, (señalando de la cintura para abajo.) Aquel día la espuma del jabón incluso disminuyó mi dolor. Pero no sé exactamente, mi cabeza se hundió en el barro. Luego terminó sus cosas sobre mí y entró en la casa, yo me quedé allí, todo sucio por dentro y por fuera.
Mujer –Es fácil hablar de alguien que está muerto. Me gustaría ver si estuviera aquí frente a ti, si tuvieras el valor de decir estas cosas.
Joven –Cuando me desperté, estaba en el regazo de mi abuela, todo enjabonado. Me gustaba bañarme en el río con ella, entraba con vestido y todo. (riéndose.) Luego, en el fondo se quitaba las bragas (riéndose feliz, recordando.), los pantalones para frotarlos con jabón. Ni siquiera me dejó verlo, dijo que era cosa de mujeres. Pero un día mi mano apestaba tanto que me dejó frotar sus bragas para deshacerme del mal olor. Me froté y froté un montón de veces en la mano, y luego me lo pasé por todo el cuerpo. Me he quedado completamente blanco como un fantasma (riéndose.) y cada vez que era así, hasta parecía que ella adivinaba que yo necesitaba limpiarme. A veces ni siquiera era mierda de vaca, era otra cosa. Un abrazo suyo era el mejor baño que existía. Un día me sorprendió llorando a la orilla del arroyo, me dio un olorcito en la cabeza y me dijo que cuando quieras llorar, sumérgete en el río y las aguas se llevarán tus lágrimas. ¿Quieres irte ahora o qué?
Mujer –No, no quiero. ¿Todavía quieres un poco de tarta o qué?
Joven –¡Sí! (el joven coge la botella y bebe agua. la mujer mira fijamente al niño en silencio.)
Mujer –A veces me lo pregunto. Esta vida es muy divertida, muy loca. Parece que todo está al revés. Dôra. (silencio.) Cuando Dôra nació, ya tenía los ojos abiertos. Cuando la tuve por primera vez en mis brazos parecía que quería decir algo, no sé. Estaba muy enfadada con esa niña fea y lisiada. Hasta hoy sólo sirve para trabajar, es un estorbo, parece que todas las maldiciones de Dios cayeron sobre mí, luego vino Neco...
Joven –Fue mejor así. (silencio.) Para Neco, y para la señora también.
(Fragmento de Memória da alma –Memoria del alma–)