andréa flores

Belém - PA

Fragmento Teatral

El tambor está viejo de tanto gritar

Oh, viejo Dios de los hombres

déjame ser tambor

cuerpo y alma solo tambor

sólo un tambor que grita en la calurosa noche de los trópicos.

Ni flor nacida en el arbusto de la desesperación

Ni río corriente hacia el mar de la desesperación

Ni lanza sazonada en el fuego vivo de la desesperación

Ni siquiera la poesía forjada en el dolor enrojecido de la desesperación.

¡Nada de nada!

Oh, viejo Dios de los hombres, déjame ser tambor

Sólo el viejo tambor de gritar en la luna llena de mi tierra

Sólo tambor de piel curtida al sol de mi tierra

Sólo un tambor excavado en los duros troncos de mi tierra.

Yo

Sólo tambor rompiendo el amargo silencio de Mafalala

Sólo el viejo tambor de sentarse en el ritmo de mi tierra

Sólo tambor perdido en la oscuridad de la noche perdida.

Oh, viejo Dios de los hombres

Quiero ser tambor

y ni río

y ni flor

y ni lanza todavía

y ni siquiera poesía.

Sólo tambor resonando como el canto de la fuerza y la vida

Sólo tambor noche y día

día y noche sólo tambor

¡hasta la consumación de la gran fiesta del batuque!

Oh, viejo Dios de los hombres

déjame ser tambor

solo tambor


La paja en las manos es ahora una medicina en manos del curandero. Se limpia las piernas, los brazos, prepara su cuerpo para limpiar el espacio de trabajo. Allí trabaja para generar alegría, salud, amor y fe.


*extracto del poema Quiero ser un tambor del poeta mozambiqueño José Craveirinha.


(Fragmento de Divinas cabeças –Divinas cabezas–)


Andréa Flores es dramaturga, actriz, payasa y artista-investigadora. Es profesora de la Escuela de Teatro y Danza de la Universidad Federal do Pará.

escucha la entrevista:

Apresentação Critica

Andréa Flores, dramaturga, actriz, payasa, artista-investigadora, formada en el convivio con mujeres fuertes, aprendió, desde temprana edad, el concepto de sororidad, y lo pone en escena en una parte de su poética teatral, como demuestran los títulos de las cinco obras escritas por ella o en colaboración: Amor, amor (2014); Rala, palhaço! –¡Ralla, payaso!– (2015); Ô, de casa! Posso entrar para cuidar? –¡Oye, quien esté en casa! ¿Puedo pasar para cuidar? (2016); Curupirá (2019); Divinas cabeças –Divinas cabezas– (2021). Por los temas tratados, se puede afirmar que la escritura de esta joven dramaturga se configura en una poética muy cuidada. Cuidada en el sentido del cuidado del yo y del otro, demostrado en sus amplias o conmovedoras dramaturgias, según uno de los lemas del grupo Coletivas Xoxós, del que es una de las fundadoras. 

En Amor, amor, escrita en colaboración con Marcelo Vilela, el personaje tiene una radio a pilas como disparador para jugar con la memoria de sus pasiones. La payasa juega como si el objeto tuviera vida propia, se deja llevar por encuentros y desencuentros apasionados; entre recuerdos de un pasado y un presente inventado, lleno de risas y mucho amor.

Ligereza, alegría y relajación son la tónica del texto Rala, palhaço! –¡Ralla, payaso!–, escrito en colaboración con Wlad Lima. La obra inaugura lo que las dramaturgas llaman la poética de la payasada “malina”, que agrega principios del arte de la payasada con el proceso de “malinagem”, que designa el acto poético de “hacer cosas malas”. Como dice el personaje, su necesidad es rallar lo impositivo, lo duro, lo represivo. 

En 2016, la obra Ô, de casa! Posso entrar para cuidar? –¡Oye, quien esté en casa! ¿Puedo pasar para cuidar?, dramaturgia colectiva que también lleva la firma de Andréa Flores, es quizás la más explícita del cuidado con uno mismo y con las demás personas, la obra es representada en los hogares y quienes la reciben experimentan el teatro de la intimidad, muy cercano a ellos mismos.

El espectáculo en solitario Curupirá fue el resultado, de acuerdo con la propia Andréa Flores, de una investigación escénica sobre las comicidades de la selva profunda amazónica para descolonizar la risa producida en y por el cuerpo de la performer y payasa en escena. Divinas cabeças –Divinas cabezas–, su más reciente espectáculo, es una obra en solitario, según sus palabras: es una escritura escénica en respuesta poética a la pregunta-deseo de la niña, pero también al mundo en travesías pandémicas, entre la ancestralidad, la negritud, la espiritualidad, la diferencia, la curación. La pregunta-deseo de la niña es sobre cómo sería una muñeca que se parece a ella. ¡Una muñeca negra! 

Andréa se sumerge en investigaciones que resultan en experimentaciones para tejer, promover visibilidades, poner en escena temas de los excluidos, como la inquietud de las mujeres, los indígenas, las memorias de los afrodescendientes. Uno de sus experimentos de escritura es el de las bioescrituras poéticas (historias de vida puestas en escena), el teatro al alcance del tacto, éste en colaboración con Wlad Lima, y el protagonismo de las mujeres amazónicas. Es decir, en solitario o en otros espectáculos, la actriz se desmiembra en varias historias, como en la dramaturgia de Divinas cabeças –Divinas cabezas–. Entre canciones, historias, chistes, recuerdos de la familia Flores, es así como ella nos encanta y nos divierte.

“De niña quería una muñeca que se pareciera a mí, sólo que no tenía ni idea de lo que era parecerse a mí”. 

“Una muñeca que se pareciera a mí... ¿Una muñeca obstinada? Hmmm... ¡Podría ser! ¿Una muñeca... torpe, que se cae con facilidad? Quizá. Una muñeca salvaje, como mamá dijo una vez que yo era. ‘Mejor salvaje que animal doméstico, mamá’, respondí. Soy traviesa, pero somos iguales. Una muñeca que se pareciera a mí... ¿Puedo irme ya? ¡Vale, me voy!”

Así, inquieta, conmovedora, pícara, cuidadosa, Andréa Flores perfuma la gracia, la acidez, la risa, la crítica, el afecto, los feminismos, las reminiscencias. En la movida de las sonoridades de su cuerpo-historia-memoria actúa en la carnalidad amazónica, un teatro hecho desde aquí: húmedo, palpable, cercano, que traspasa. Y con estos escritos arraigados en su ser, actúa y contagia a sus alumnos, a sus lectores, a sus espectadores, para que éstos, además de apreciar sus creaciones escénicas, ¡despierten para sus propias bioescrituras u otros vuelos de la imaginación!

(Bene Martins)


Andréa Flores es dramaturga, actriz, payasa y artista-investigadora. Es profesora de la Escuela de Teatro y Danza de la Universidad Federal do Pará.

Andréa Flores, dramaturga, actriz, payasa, artista-investigadora, formada en el convivio con mujeres fuertes, aprendió, desde temprana edad, el concepto de sororidad, y lo pone en escena en una parte de su poética teatral, como demuestran los títulos de las cinco obras escritas por ella o en colaboración: Amor, amor (2014); Rala, palhaço! –¡Ralla, payaso!– (2015); Ô, de casa! Posso entrar para cuidar? –¡Oye, quien esté en casa! ¿Puedo pasar para cuidar? (2016); Curupirá (2019); Divinas cabeças –Divinas cabezas– (2021). Por los temas tratados, se puede afirmar que la escritura de esta joven dramaturga se configura en una poética muy cuidada. Cuidada en el sentido del cuidado del yo y del otro, demostrado en sus amplias o conmovedoras dramaturgias, según uno de los lemas del grupo Coletivas Xoxós, del que es una de las fundadoras. 

En Amor, amor, escrita en colaboración con Marcelo Vilela, el personaje tiene una radio a pilas como disparador para jugar con la memoria de sus pasiones. La payasa juega como si el objeto tuviera vida propia, se deja llevar por encuentros y desencuentros apasionados; entre recuerdos de un pasado y un presente inventado, lleno de risas y mucho amor.

Ligereza, alegría y relajación son la tónica del texto Rala, palhaço! –¡Ralla, payaso!–, escrito en colaboración con Wlad Lima. La obra inaugura lo que las dramaturgas llaman la poética de la payasada “malina”, que agrega principios del arte de la payasada con el proceso de “malinagem”, que designa el acto poético de “hacer cosas malas”. Como dice el personaje, su necesidad es rallar lo impositivo, lo duro, lo represivo. 

En 2016, la obra Ô, de casa! Posso entrar para cuidar? –¡Oye, quien esté en casa! ¿Puedo pasar para cuidar?, dramaturgia colectiva que también lleva la firma de Andréa Flores, es quizás la más explícita del cuidado con uno mismo y con las demás personas, la obra es representada en los hogares y quienes la reciben experimentan el teatro de la intimidad, muy cercano a ellos mismos.

El espectáculo en solitario Curupirá fue el resultado, de acuerdo con la propia Andréa Flores, de una investigación escénica sobre las comicidades de la selva profunda amazónica para descolonizar la risa producida en y por el cuerpo de la performer y payasa en escena. Divinas cabeças –Divinas cabezas–, su más reciente espectáculo, es una obra en solitario, según sus palabras: es una escritura escénica en respuesta poética a la pregunta-deseo de la niña, pero también al mundo en travesías pandémicas, entre la ancestralidad, la negritud, la espiritualidad, la diferencia, la curación. La pregunta-deseo de la niña es sobre cómo sería una muñeca que se parece a ella. ¡Una muñeca negra! 

Andréa se sumerge en investigaciones que resultan en experimentaciones para tejer, promover visibilidades, poner en escena temas de los excluidos, como la inquietud de las mujeres, los indígenas, las memorias de los afrodescendientes. Uno de sus experimentos de escritura es el de las bioescrituras poéticas (historias de vida puestas en escena), el teatro al alcance del tacto, éste en colaboración con Wlad Lima, y el protagonismo de las mujeres amazónicas. Es decir, en solitario o en otros espectáculos, la actriz se desmiembra en varias historias, como en la dramaturgia de Divinas cabeças –Divinas cabezas–. Entre canciones, historias, chistes, recuerdos de la familia Flores, es así como ella nos encanta y nos divierte.

“De niña quería una muñeca que se pareciera a mí, sólo que no tenía ni idea de lo que era parecerse a mí”. 

“Una muñeca que se pareciera a mí... ¿Una muñeca obstinada? Hmmm... ¡Podría ser! ¿Una muñeca... torpe, que se cae con facilidad? Quizá. Una muñeca salvaje, como mamá dijo una vez que yo era. ‘Mejor salvaje que animal doméstico, mamá’, respondí. Soy traviesa, pero somos iguales. Una muñeca que se pareciera a mí... ¿Puedo irme ya? ¡Vale, me voy!”

Así, inquieta, conmovedora, pícara, cuidadosa, Andréa Flores perfuma la gracia, la acidez, la risa, la crítica, el afecto, los feminismos, las reminiscencias. En la movida de las sonoridades de su cuerpo-historia-memoria actúa en la carnalidad amazónica, un teatro hecho desde aquí: húmedo, palpable, cercano, que traspasa. Y con estos escritos arraigados en su ser, actúa y contagia a sus alumnos, a sus lectores, a sus espectadores, para que éstos, además de apreciar sus creaciones escénicas, ¡despierten para sus propias bioescrituras u otros vuelos de la imaginación!

(Bene Martins)


El tambor está viejo de tanto gritar

Oh, viejo Dios de los hombres

déjame ser tambor

cuerpo y alma solo tambor

sólo un tambor que grita en la calurosa noche de los trópicos.

Ni flor nacida en el arbusto de la desesperación

Ni río corriente hacia el mar de la desesperación

Ni lanza sazonada en el fuego vivo de la desesperación

Ni siquiera la poesía forjada en el dolor enrojecido de la desesperación.

¡Nada de nada!

Oh, viejo Dios de los hombres, déjame ser tambor

Sólo el viejo tambor de gritar en la luna llena de mi tierra

Sólo tambor de piel curtida al sol de mi tierra

Sólo un tambor excavado en los duros troncos de mi tierra.

Yo

Sólo tambor rompiendo el amargo silencio de Mafalala

Sólo el viejo tambor de sentarse en el ritmo de mi tierra

Sólo tambor perdido en la oscuridad de la noche perdida.

Oh, viejo Dios de los hombres

Quiero ser tambor

y ni río

y ni flor

y ni lanza todavía

y ni siquiera poesía.

Sólo tambor resonando como el canto de la fuerza y la vida

Sólo tambor noche y día

día y noche sólo tambor

¡hasta la consumación de la gran fiesta del batuque!

Oh, viejo Dios de los hombres

déjame ser tambor

solo tambor


La paja en las manos es ahora una medicina en manos del curandero. Se limpia las piernas, los brazos, prepara su cuerpo para limpiar el espacio de trabajo. Allí trabaja para generar alegría, salud, amor y fe.


*extracto del poema Quiero ser un tambor del poeta mozambiqueño José Craveirinha.


(Fragmento de Divinas cabeças –Divinas cabezas–)