Escena VII –Camisa–
Los integrantes trabajan en la costura de una sola pieza de tela.
Compositor –Bueno, creo que sí deberíamos parar.
Mestre –¿Hombre, estás loco o qué? Si estamos a un día del desfile. ¿Cómo vamos a parar ahora?
Dora –¿Es más importante el desfile? ¿Más importante que cualquier otra cosa?
Presidente –¡Por el amor de Dios, gente! No podemos ni pensar en algo así.
Dora –Pues sí. No hay que pensar en eso. Porque si lo piensas bien, no tendremos carnaval.
Carnavalesco –¿Qué quieres decir, Dora?
Dora –A ver… Beto desapareció, no hicimos nada. ¡Nada, gente! Le dejamos marchar, pusimos a otro en su lugar y seguimos creando el desfile. Ahora, esto. Y la escuela va a salir y hacer feliz a todo el mundo.
Beth –Pero eso es lo que hacemos, ¿no? Ese es nuestro papel.
Mestre –Exactamente.
Compositor –¿A cualquier precio? ¿A pesar de todo?
Presidente –¿Pero no creéis que el desfile es la mejor manera de salir de todo esto? Sabes, eso sí es demostrar que no nos dejamos abatir, que resistimos, que seguimos adelante.
Compositor –¿Como el tigre de los patrocinadores?
Mestre –Pues ya vienes tú con eso...
Dora –Sigue haciendo lo que esperan que hagamos.
Carnavalesco –Creo que tenéis razón, hay una cierta razón en eso que estáis diciendo... Pero pensemos en una cosa: en todos estos años, desde su fundación, no ha habido un solo año en que la escuela no haya ido a la avenida. Aunque sea para protestar, ¡estamos ahí!
Compositor –Así es, para protestar. De lo contrario, se convierte en pan y circo. Todo el mundo está jodido, pero somos la gente más feliz del mundo. La dictadura en marcha suelta, el AI-5 aprisionando a todo el mundo, y la escuela en la avenida. La censura continúa incluso después del régimen militar, y la escuela en la avenida. La miseria crece incluso con el fin de la inflación, y la escuela en la avenida. Una presidenta electa depuesta, y la escuela en la avenida. Pan y circo.
Mestre –Déjalo, que tenemos un desfile que hacer.
Carnavalesco –(al Compositor) Eso es lo que vengo diciendo desde el principio.
Dora –¿Y ahora qué?
Beth –¿Ahora?
Presidente –¡Ahora es el momento del desfile!
Dora –Ahora estamos aquí, cosiendo un disfraz de tigre para no hablar de Beto, que nunca volverá. Por no hablar de lo que acaba de suceder. ¡Un niño! Un niño que no es el único, todo el mundo lo sabe.
Beth –Lo estoy viendo todo tan violento... A veces no sé qué hacer, qué pensar.
Compositor –Será duro llevar esa bandera de la escuela, limpiando toda esta inmundicia.
Presidente –¡Gente, por favor! El desfile tiene que ocurrir. Piensa en la escuela. Hagamos este carnaval. ¡Por favor!
Uno a uno, los integrantes comienzan a sentarse y a reanudar su costura. Cantan Alborada, pero en un tono que subraya la ironía de la letra en relación con la situación; es una canción que tiene algo de indignación, de rabia contenida. El Carnavalesco y el Presidente comprueban el trabajo de cada uno, intentan animarlos. Continúan su trabajo hasta que, con la entrada de Rita, se callan y la miran. Al cabo de un rato, Rita también se sienta a trabajar. La música se reanuda, con Rita en silencio. Intenta trabajar y no puede. Se levanta, saca de entre sus ropas la camisa manchada de sangre de su hijo recién asesinado, la tira al suelo, en medio de todos. Silencio.
Rita –¡Quiero llevar esa camiseta por la avenida!
Presidente –Rita, no sé si puedo hacer eso...
Rita –¡Es mi hijo! Es la camiseta de mi hijo, que fue asesinado de camino a la escuela, y quiero llevarla en la avenida.
Mestre –Rita, esto es complicado...
Rita –Nunca he pedido nada...
Carnavalesco –Rita...
Rita –¡Estamos aquí hablando de tigre! ¡Estamos hablando de un tigre! Pero nadie habla de que nos cazan a nosotras. Sobre la gente que nos extermina. Mi hijo volvía del colegio y siempre supe que tenía una marca pintada en el pecho por ser pobre y negro. Creía que su camisa de uniforme ocultaba el objetivo. Le dije: si eres un buen chico, si estudias, trabajas, estarás protegido de los bandidos, de la policía. Le mentí a mi hijo.
Dora –Tenemos que hablar de todos los que aquí han pasado por lo mismo. Debemos tener la camiseta de toda la gente.
Rita –¡Las busco! Voy de casa en casa, llamo de puerta en puerta, hablo con cada madre. Traigo todas las camisetas.
Portabandera –Te ayudaré, Rita. Voy detrás de las camisetas de los barrios. Los uniformes escolares, los uniformes de empresa, los uniformes que no ocultaban las marcas en el pecho de nadie. Incluso los propios policías.
Mestre –No sé si esto va a funcionar... ¿Y si la escuela no sube? Hay mucha gente que depende de esto.
Carnavalesco –Si vosotros os apuntáis, yo me apunto. Pero necesito a todos conmigo. Me llevaré esta con todos vosotros.
Presidente –Esto se va a joder...
Rita –Todo se ha ido ya a la mierda. Lleva mucho tiempo funcionando mal.
EPÍLOGO
Rúbrica 1 –La escuela se posiciona para entrar en la avenida. La comisión del frente está compuesta por los 219 muertos, asesinados durante la huelga de la Policía Militar en 2017, destacando los 42 adolescentes que salían de instituciones socioeducativas, todos negros, pobres, residentes en la periferia y criados sin la presencia del padre. El carro de apertura trae las alegorías de las mujeres víctimas de feminicidio, cuyo número bate récords en Espírito Santo. En las alas, en el suelo, están las 300 personas que viven en la calle en nuestra ciudad. Entre las bahianas y la vieja guardia, en el corazón de la escuela, se encuentran los 180 residentes de las comunidades de los alrededores del Centro de Vitoria que se vieron obligados a abandonar sus hogares a causa de la violencia.
Pero esto es una mentira. Esto no es un desfile y esta gente nunca ha estado en una sala de espectáculos. Ya sea en el escenario o entre el público. Aquí no hay escuela de samba. Hay un grupo de artistas que decidió representar una escuela de samba y espera que vosotros creáis en ella. Y que a través de esta figura, os preguntéis de qué hablar y cómo hablar de lo que necesitáis en tiempos como estos, sin herir a quien queremos con nosotros, sin ocupar un lugar que no es el nuestro.
Conocemos la pequeñez de nuestro problema ante el mundo. Pero también sabemos que si los poderosos desean el fin de nuestro trabajo, es porque tiene alguna importancia, por pequeña que sea.
Entramos en la sala para hablar de nuestra casa, de nuestra historia. Pero nos damos cuenta de que no podemos hablar de nosotros mismos sin hablar de los que nos rodean; no podemos hablar de nuestra casa sin hablar de la ciudad que la alberga. No se puede hablar de la ciudad sin mirar a los que pretendemos no ver. Si no lo hacemos, nuestra samba es inútil.
Estamos aquí por rebeldía, terquedad, persistencia. O porque no sabemos hacer otra cosa.
No sabemos hasta cuándo estaremos aquí.
Y vosotros tampoco.
(Fragmento de Cinzas de um Carnaval –Cenizas de un Carnaval–, escrito en colaboración con Fernando Marques)