ESCENA 1
Doce personajes, jugando con máscaras, se unen a la folía, bailando y cantando una muy divertida canción de carnaval. Al final, todos se organizan en una “última cena” frente a una enorme mesa, en un salón subterráneo de una casa. El grupo de doce personas blancas forman esta enorme mesa en la que se disponen diversos objetos de la vida cotidiana de la escuela, como en una reunión de profesores. Todos ellos, los blancos, utilizan máscaras de tamaños desproporcionados para el rostro humano, unas demasiado pequeñas y otras demasiado grandes. Las máscaras deben representar necesariamente de forma visual animales y/o figuras históricas colonizadoras. Uso sugerido de la máscara: Tío Sam, Hitler, Jesús, Ganado, Reina Isabel, Abaporu, General, Barón del Café, Machado de Assis, Muñeca Emilia, Presidente de la República y Científico. Entra un hombre negro ordinario, sin máscara, y ocupa el centro de la mesa, sentado exactamente en el medio. Se percibe una atmósfera de sospecha y tensión que, a partir de ahora, crece entre todos, ignorada por este hombre negro que se dedica normalmente a sus actividades.
Hombre negro –Qué bellas son las cosas que nos hacen reír. Más aún las cosas que nos hacen llorar. Lástima que ocurran con tan poca frecuencia y, a veces, demasiado tarde.
Poco a poco, de forma creciente, algunos participantes inician una serie de ataques físicos y verbales contra él, con violencia y agresividad. Mientras pide ayuda repetidamente, se da cuenta de que sus colegas le ignoran.
Hombre negro –¿Qué me estáis haciendo? ¡No! ¡Suéltenme! ¡Basta ya! (intentan quitarse la ropa.) ¡Que alguien me ayude!
Reina Isabel –Oh, what is it you want? I don’t understand! I don’t speak Spanish. Wait down for a second. I’ll be right back.
Muñeca Emilia –Voy a por un cafecito para ti, ¿vale?
Jesús (servicial y amable) –Sabes que siempre puedes contar conmigo. Sólo tengo que arreglar algunas cosas y te ayudaré en un minuto. Espera un poco. Quién sabe, tal vez otros dos mil años. (risas.)
Alguien lo carga con fuerza y lo coloca sobre la mesa y, como al comienzo de un banquete, convoca a todos a un ritual pervertido de violencia física y sexual. Todo el mundo devora al hombre negro. En el punto álgido de la desesperación, hay un destello eléctrico, infernal y que ciega a todos, sin ninguna sombra, seguido de un apagón completo. En la oscuridad, se oye el sonido de un corazón que late y se acelera hasta detenerse. El sonido puede confundirse con una música de encantamiento.
Filamentos de luces rojas y moradas. Voces de personas hablando. Es imposible distinguir cualquier voz. Uno siente diferentes olores, como el éter, la tierra húmeda, las flores. Se oye una confusión de sonidos, como tenedores que rascan los platos, agujas que caen, truenos que estallan, niños que ríen. De repente, tiniebla y silencio total.
Voz –¡No te resistas! ¡Sólo relájate, relájate y relájate!
ESCENA 2
Un joven completamente desnudo lleva guirnaldas en la cabeza y un enorme velo que cubre todo su cuerpo y sostiene un ramo de flores muertas en sus manos. Camina como una novia hacia el altar. Al otro lado, frente a él, hay un hombre desnudo de mediana edad sentado en una silla. Se masturba frenéticamente mientras balbucea algunas frases. Un crescendo de música de suspense acompaña la escena.
Hombre de mediana edad (masturbándose) –Dios está muerto dentro y fuera de mí.
Hombre joven (caminando) –Dios vive dentro y fuera de mí.
Hombre de mediana edad (masturbándose) –¡Oh, qué dolorosa es la vida!
Hombre joven (caminando) –¡Oh, qué bella es la vida!
Hombre de mediana edad (masturbándose) –De lo que no hablamos, fortalecemos.
Hombre joven (caminando) –De lo que no hablamos, matamos.
El hombre que camina llega al lado del hombre sentado y lo sorprende asustado masturbándose. Tiniebla en el escenario. Un inmenso corazón que late cada vez más rápido invade el escenario. El corazón explota y expulsa chorros de sangre y esperma. Cuando el corazón roto cae al suelo en millones de fragmentos, se oye un inmenso estruendo de cristales que se hacen añicos y estos fragmentos se convierten en seres reptantes y semidesnudos que luchan desesperadamente y emiten aullidos y gritos. Un poderoso huracán, cuyo sonido de sus vientos se asemeja a las rezas de las beatas, ahuyenta a estos seres. Los hombres reaparecen y siguen mirándose en la misma posición. Aparece un tercer hombre, mucho mayor que los dos, que es la proyección de uno de ellos.
Hombre mayor (mientras los observa inmóviles) –La fascinación y el miedo van de la mano, por lo que la humillación tiene algo de excitante y deseable.
Este anciano prende fuego al enorme velo y observa cómo arde el hombre de mediana edad mientras clama por ayuda. Para intentar salvarse, entra en un armario de madera y se encierra en él. Los dos le siguen, observan el armario cerrado. Los dos comienzan a cerrar la puerta con clavos mientras el hombre de mediana edad llora, grita y pide a su madre que le salve.
Hombre de mediana edad –¡Mamá, ayuda! Me estoy quemando. Madre, madre, ¿por qué no vienes a salvarme? (la desesperación va in crescendo y sólo termina cuando los dos hombres prenden fuego al armario.)
Los dos hombres –La herida fue precisa y fatal. Agonizó durante un corto tiempo y luego murió.
Tiniebla.
ESCENA 3
Un hombre aparece en escena durmiendo inquieto, pero inmóvil, paralizado. Al otro lado del escenario, dos hombres tienen sexo a través de un Glory Hole. Los gemidos de placer de los dos hombres son amortiguados por los aullidos de sufrimiento del hombre que duerme y llora, completamente inmóvil en el suelo. Los gemidos y aullidos son cada vez más fuertes y ocupan espacio en el escenario. Compiten entre sí apuntando a una amenaza inminente y al gozo, provocando una confusión dolorosa e incómoda, casi insoportable. En el ápice de su placer, los dos hombres se desvanecen repentinamente, sin éxtasis. Se revela que una manada de hombres salvajes y peligrosos rodea al hombre somnoliento, llevando lámparas de tubo y acercándose lentamente mientras el hombre se desespera pero permanece en un estado de parálisis en su sueño, incapaz de escapar. Llora, gime, grita. Paralizado. Se acercan cada vez más. Son como figuras, sombras en el escenario. De golpe, avanzan violentamente sobre el hombre que yace en el suelo. Tiniebla. Durante mucho tiempo sólo se oyen gritos, llantos y el sonido de las lámparas rompiéndose. Silencio.
(Fragmento de Uma flor sobre o abismo –Una flor sobre el abismo–)