kauan amora

Belém - PA

Fragmento Teatral

ESCENA 1

Doce personajes, jugando con máscaras, se unen a la folía, bailando y cantando una muy divertida canción de carnaval. Al final, todos se organizan en una “última cena” frente a una enorme mesa, en un salón subterráneo de una casa. El grupo de doce personas blancas forman esta enorme mesa en la que se disponen diversos objetos de la vida cotidiana de la escuela, como en una reunión de profesores. Todos ellos, los blancos, utilizan máscaras de tamaños desproporcionados para el rostro humano, unas demasiado pequeñas y otras demasiado grandes. Las máscaras deben representar necesariamente de forma visual animales y/o figuras históricas colonizadoras. Uso sugerido de la máscara: Tío Sam, Hitler, Jesús, Ganado, Reina Isabel, Abaporu, General, Barón del Café, Machado de Assis, Muñeca Emilia, Presidente de la República y Científico. Entra un hombre negro ordinario, sin máscara, y ocupa el centro de la mesa, sentado exactamente en el medio. Se percibe una atmósfera de sospecha y tensión que, a partir de ahora, crece entre todos, ignorada por este hombre negro que se dedica normalmente a sus actividades.

Hombre negro –Qué bellas son las cosas que nos hacen reír. Más aún las cosas que nos hacen llorar. Lástima que ocurran con tan poca frecuencia y, a veces, demasiado tarde.

Poco a poco, de forma creciente, algunos participantes inician una serie de ataques físicos y verbales contra él, con violencia y agresividad. Mientras pide ayuda repetidamente, se da cuenta de que sus colegas le ignoran.

Hombre negro –¿Qué me estáis haciendo? ¡No! ¡Suéltenme! ¡Basta ya! (intentan quitarse la ropa.) ¡Que alguien me ayude!

Reina Isabel –Oh, what is it you want? I don’t understand! I don’t speak Spanish. Wait down for a second. I’ll be right back.

Muñeca Emilia –Voy a por un cafecito para ti, ¿vale?

Jesús (servicial y amable) –Sabes que siempre puedes contar conmigo. Sólo tengo que arreglar algunas cosas y te ayudaré en un minuto. Espera un poco. Quién sabe, tal vez otros dos mil años. (risas.)

Alguien lo carga con fuerza y lo coloca sobre la mesa y, como al comienzo de un banquete, convoca a todos a un ritual pervertido de violencia física y sexual. Todo el mundo devora al hombre negro. En el punto álgido de la desesperación, hay un destello eléctrico, infernal y que ciega a todos, sin ninguna sombra, seguido de un apagón completo. En la oscuridad, se oye el sonido de un corazón que late y se acelera hasta detenerse. El sonido puede confundirse con una música de encantamiento.

Filamentos de luces rojas y moradas. Voces de personas hablando. Es imposible distinguir cualquier voz. Uno siente diferentes olores, como el éter, la tierra húmeda, las flores. Se oye una confusión de sonidos, como tenedores que rascan los platos, agujas que caen, truenos que estallan, niños que ríen. De repente, tiniebla y silencio total.

Voz –¡No te resistas! ¡Sólo relájate, relájate y relájate!


ESCENA 2

Un joven completamente desnudo lleva guirnaldas en la cabeza y un enorme velo que cubre todo su cuerpo y sostiene un ramo de flores muertas en sus manos. Camina como una novia hacia el altar. Al otro lado, frente a él, hay un hombre desnudo de mediana edad sentado en una silla. Se masturba frenéticamente mientras balbucea algunas frases. Un crescendo de música de suspense acompaña la escena.

Hombre de mediana edad (masturbándose) –Dios está muerto dentro y fuera de mí.

Hombre joven (caminando) –Dios vive dentro y fuera de mí.

Hombre de mediana edad (masturbándose) –¡Oh, qué dolorosa es la vida!

Hombre joven (caminando) –¡Oh, qué bella es la vida!

Hombre de mediana edad (masturbándose) –De lo que no hablamos, fortalecemos.

Hombre joven (caminando) –De lo que no hablamos, matamos.

El hombre que camina llega al lado del hombre sentado y lo sorprende asustado masturbándose. Tiniebla en el escenario. Un inmenso corazón que late cada vez más rápido invade el escenario. El corazón explota y expulsa chorros de sangre y esperma. Cuando el corazón roto cae al suelo en millones de fragmentos, se oye un inmenso estruendo de cristales que se hacen añicos y estos fragmentos se convierten en seres reptantes y semidesnudos que luchan desesperadamente y emiten aullidos y gritos. Un poderoso huracán, cuyo sonido de sus vientos se asemeja a las rezas de las beatas, ahuyenta a estos seres. Los hombres reaparecen y siguen mirándose en la misma posición. Aparece un tercer hombre, mucho mayor que los dos, que es la proyección de uno de ellos.

Hombre mayor (mientras los observa inmóviles) –La fascinación y el miedo van de la mano, por lo que la humillación tiene algo de excitante y deseable.

Este anciano prende fuego al enorme velo y observa cómo arde el hombre de mediana edad mientras clama por ayuda. Para intentar salvarse, entra en un armario de madera y se encierra en él. Los dos le siguen, observan el armario cerrado. Los dos comienzan a cerrar la puerta con clavos mientras el hombre de mediana edad llora, grita y pide a su madre que le salve.

Hombre de mediana edad –¡Mamá, ayuda! Me estoy quemando. Madre, madre, ¿por qué no vienes a salvarme? (la desesperación va in crescendo y sólo termina cuando los dos hombres prenden fuego al armario.)

Los dos hombres –La herida fue precisa y fatal. Agonizó durante un corto tiempo y luego murió.

Tiniebla.


ESCENA 3

Un hombre aparece en escena durmiendo inquieto, pero inmóvil, paralizado. Al otro lado del escenario, dos hombres tienen sexo a través de un Glory Hole. Los gemidos de placer de los dos hombres son amortiguados por los aullidos de sufrimiento del hombre que duerme y llora, completamente inmóvil en el suelo. Los gemidos y aullidos son cada vez más fuertes y ocupan espacio en el escenario. Compiten entre sí apuntando a una amenaza inminente y al gozo, provocando una confusión dolorosa e incómoda, casi insoportable. En el ápice de su placer, los dos hombres se desvanecen repentinamente, sin éxtasis. Se revela que una manada de hombres salvajes y peligrosos rodea al hombre somnoliento, llevando lámparas de tubo y acercándose lentamente mientras el hombre se desespera pero permanece en un estado de parálisis en su sueño, incapaz de escapar. Llora, gime, grita. Paralizado. Se acercan cada vez más. Son como figuras, sombras en el escenario. De golpe, avanzan violentamente sobre el hombre que yace en el suelo. Tiniebla. Durante mucho tiempo sólo se oyen gritos, llantos y el sonido de las lámparas rompiéndose. Silencio.

(Fragmento de Uma flor sobre o abismo –Una flor sobre el abismo–)



Kauan Amora es actor, dramaturgo y director de teatro.

escucha la entrevista:

Apresentação Critica

La producción de textos para el teatro en Belém do Pará, afortunadamente, ignora los impases a los que se enfrenta la gente del teatro, sobre todo, los escritores de las dramaturgias amazónicas. Entre los jóvenes dramaturgos contemporáneos, en continua producción, Kauan Amora –actor, director de teatro, dramaturgo, investigador en el ámbito del arte, la cultura, la religión y los lenguajes, con énfasis en el teatro– viene destacándose con una escritura visceral. Sus temas provocan, cuestionan los sistemas y las normas vigentes, ya sean religiosas o sociales, como en la obra de teatro Madre dos Anjos Caídos –Madre de los Ángeles Caídos– (2021), inspirada en el libro Los demonios de Loudun (1952), de Aldous Huxley, y en las películas Madre de los Ángeles (1961), de Jerzy Kawalerowicz, y Los demonios (1971), de Ken Russel. El personaje de la madre superiora Juana asume la tentación, el deseo, las fantasías que le proporciona la llegada del atractivo sacerdote Urban Grandier. Sus confesiones animan a las demás monjas a adentrarse en sus sensuales rituales de danza, tanto para demostrar la libertad de sus cuerpos en movimiento como para cuestionar el lugar de la moral sagrada y el recorte de los sentimientos y emociones femeninos. Kauan, así lo define:

“Santa Juana de los Ángeles utiliza la posesión demoníaca como alegoría de la emancipación femenina contra el orden patriarcal. Inspirada en el caso de las monjas ursulinas supuestamente poseídas por el diablo en la ciudad de Loudun, en el siglo XVII, que marcó el imaginario de la Francia moderna, ésta es también una historia de amor por la experiencia de la abyección, la condición femenina y el pensamiento crítico. El acto más rebelde y desobediente de estas monjas fue luchar por ellas mismas, por sus pensamientos y por la autonomía en un mundo infectado por el hombre”.

Teniendo en cuenta las diferentes perspectivas, un tema muy actual en nuestros días, seguimos viviendo la violencia contra las mujeres, ya sea psicológica, física, o incluso la muerte, que las persigue por los instintos de los compañeros desequilibrados. La importancia de la obra es, además del montaje artístico, mantener la reflexión sobre este horror impuesto a las mujeres que se atreven a simplemente ser.

En Nada. Depois, nada. –Nada. Después, nada.–, con la intención de rendir homenaje al director de teatro Luís Otávio Barata y revivir los temas que éste aportó al teatro (como el erotismo, el arte y la religión), el autor retrata a personajes notables de la trilogía compuesta por Genet: o palhaço de Deus –Genet: el payaso de Dios– (1987), Posição pela carne –Posición por la carne– (1989) y Em nome do amor –En nombre del amor– (1990): Genet, Zaratustra, Heliogábalo y María Magdalena, quienes regresan para anunciar el nacimiento de un nuevo hombre, una nueva ética y una nueva erótica. El enigmático título de la obra, escrita en 2019 y aún no escenificada, es el mismo de un texto que Luís Otávio Barata dejó inconcluso en el momento de su muerte. En esta frase de uno de los personajes se percibe el tono de la crítica a los resentidos que, al perseguir a sus “víctimas”, niegan sus demonios.

“Dandara –Se pasaron la vida persiguiéndome, pero no era a mí a quien querían perseguir. Orquestados por una fuerza resentida mucho mayor, estos secuaces del resentimiento me siguieron por su enfermizo olfato. Se pasaron la vida intentando matarme, pero no era a mí a quien querían exterminar. Era algo dentro de ellos, algo sin nombre, sin rostro. Algo mucho más profundo. Han acabado con mi vida, pero lo que represento siempre ha existido y siempre existirá. Mataron, por tanto, sólo el cuerpo. La idea no”.

Todos los personajes y sus discursos retratan el inconformismo con las imposiciones, las injusticias, los juicios y, en paralelo, varios discursos aportan aliento, indicaciones de cómo se debe vivir y, al mismo tiempo, en el discurso del personaje Genet, una rotunda afirmación sobre el contradictorio amor al teatro.

“Aquí creé espectáculos, hice amigos y viajé por el mundo. El teatro fue mi lamento y mi oración. Siempre un arte destructivo, siempre escrito en el viento. Debe ser una actividad artística destinada a reorganizar la sensibilidad de su público. Vi en ella una extensión de mi vida. He sufrido mucho, pero he amado demasiado. Así es como debe ser el teatro: una zona de guerra. Así es como debería ser la vida misma”.

En la obra O avestruz –El Avestruz–, el autor pone irónicamente en escena, o mejor dicho, en la fila de la sucursal bancaria, un avestruz. La numerosa “gente parece molestarse, pero no cuestiona su presencia”:

HOMBRE (en la fila) –¿Es eso un... avestruz?

MUJER (frente a él) –¡Sí! Lleva horas aquí.

HOMBRE –¿Y nadie ha hecho nada todavía?

MUJER –Mejor no hacer nada. Seguro en algún momento se irá.

HOMBRE (furioso) –Este animal no debería estar aquí.

MUJER –Hijo mío, ¿sabes cuánto corren estos animales? Puede destruir este lugar y matar a todos.

HOMBRE –Si a nadie le importa, a mí tampoco. Sólo he venido a lavarme la mano. ¿El cajero te lava la mano?

MUJER –Sí. Ahora mismo también estaba secando, pero el avestruz acabó estropeando algunas partes del teclado.

HOMBRE (sale de la fila y mira enfadado al avestruz, que permanece callado) –Qué tú aquí no pintas nada ¿eh? ¡Ahorita llamaré al zoológico!

Si, por un lado, el teatro debe reorganizar la sensibilidad del público, también debe ser una zona de guerra. Pues bien, es en esta zona de guerra en la que se sumerge Kauan Amora, al escribir y publicar estos textos, reitera la necesidad de una de las funciones del arte, la de la irreverencia crítica y, por qué no, propositiva. Para demostrar un poco la escritura de este joven dramaturgo, el fragmento de la obra Uma flor sobre o abismo –Una flor sobre el abismo– apunta a la visión crítico-nihilista del ser humano, al poner en escena personajes históricos y la figura de Jesús en torno a la crueldad que enfrenta el personaje negro, quien pide ayuda y es ignorado por todos.

(Bene Martins)



Kauan Amora es actor, dramaturgo y director de teatro.

La producción de textos para el teatro en Belém do Pará, afortunadamente, ignora los impases a los que se enfrenta la gente del teatro, sobre todo, los escritores de las dramaturgias amazónicas. Entre los jóvenes dramaturgos contemporáneos, en continua producción, Kauan Amora –actor, director de teatro, dramaturgo, investigador en el ámbito del arte, la cultura, la religión y los lenguajes, con énfasis en el teatro– viene destacándose con una escritura visceral. Sus temas provocan, cuestionan los sistemas y las normas vigentes, ya sean religiosas o sociales, como en la obra de teatro Madre dos Anjos Caídos –Madre de los Ángeles Caídos– (2021), inspirada en el libro Los demonios de Loudun (1952), de Aldous Huxley, y en las películas Madre de los Ángeles (1961), de Jerzy Kawalerowicz, y Los demonios (1971), de Ken Russel. El personaje de la madre superiora Juana asume la tentación, el deseo, las fantasías que le proporciona la llegada del atractivo sacerdote Urban Grandier. Sus confesiones animan a las demás monjas a adentrarse en sus sensuales rituales de danza, tanto para demostrar la libertad de sus cuerpos en movimiento como para cuestionar el lugar de la moral sagrada y el recorte de los sentimientos y emociones femeninos. Kauan, así lo define:

“Santa Juana de los Ángeles utiliza la posesión demoníaca como alegoría de la emancipación femenina contra el orden patriarcal. Inspirada en el caso de las monjas ursulinas supuestamente poseídas por el diablo en la ciudad de Loudun, en el siglo XVII, que marcó el imaginario de la Francia moderna, ésta es también una historia de amor por la experiencia de la abyección, la condición femenina y el pensamiento crítico. El acto más rebelde y desobediente de estas monjas fue luchar por ellas mismas, por sus pensamientos y por la autonomía en un mundo infectado por el hombre”.

Teniendo en cuenta las diferentes perspectivas, un tema muy actual en nuestros días, seguimos viviendo la violencia contra las mujeres, ya sea psicológica, física, o incluso la muerte, que las persigue por los instintos de los compañeros desequilibrados. La importancia de la obra es, además del montaje artístico, mantener la reflexión sobre este horror impuesto a las mujeres que se atreven a simplemente ser.

En Nada. Depois, nada. –Nada. Después, nada.–, con la intención de rendir homenaje al director de teatro Luís Otávio Barata y revivir los temas que éste aportó al teatro (como el erotismo, el arte y la religión), el autor retrata a personajes notables de la trilogía compuesta por Genet: o palhaço de Deus –Genet: el payaso de Dios– (1987), Posição pela carne –Posición por la carne– (1989) y Em nome do amor –En nombre del amor– (1990): Genet, Zaratustra, Heliogábalo y María Magdalena, quienes regresan para anunciar el nacimiento de un nuevo hombre, una nueva ética y una nueva erótica. El enigmático título de la obra, escrita en 2019 y aún no escenificada, es el mismo de un texto que Luís Otávio Barata dejó inconcluso en el momento de su muerte. En esta frase de uno de los personajes se percibe el tono de la crítica a los resentidos que, al perseguir a sus “víctimas”, niegan sus demonios.

“Dandara –Se pasaron la vida persiguiéndome, pero no era a mí a quien querían perseguir. Orquestados por una fuerza resentida mucho mayor, estos secuaces del resentimiento me siguieron por su enfermizo olfato. Se pasaron la vida intentando matarme, pero no era a mí a quien querían exterminar. Era algo dentro de ellos, algo sin nombre, sin rostro. Algo mucho más profundo. Han acabado con mi vida, pero lo que represento siempre ha existido y siempre existirá. Mataron, por tanto, sólo el cuerpo. La idea no”.

Todos los personajes y sus discursos retratan el inconformismo con las imposiciones, las injusticias, los juicios y, en paralelo, varios discursos aportan aliento, indicaciones de cómo se debe vivir y, al mismo tiempo, en el discurso del personaje Genet, una rotunda afirmación sobre el contradictorio amor al teatro.

“Aquí creé espectáculos, hice amigos y viajé por el mundo. El teatro fue mi lamento y mi oración. Siempre un arte destructivo, siempre escrito en el viento. Debe ser una actividad artística destinada a reorganizar la sensibilidad de su público. Vi en ella una extensión de mi vida. He sufrido mucho, pero he amado demasiado. Así es como debe ser el teatro: una zona de guerra. Así es como debería ser la vida misma”.

En la obra O avestruz –El Avestruz–, el autor pone irónicamente en escena, o mejor dicho, en la fila de la sucursal bancaria, un avestruz. La numerosa “gente parece molestarse, pero no cuestiona su presencia”:

HOMBRE (en la fila) –¿Es eso un... avestruz?

MUJER (frente a él) –¡Sí! Lleva horas aquí.

HOMBRE –¿Y nadie ha hecho nada todavía?

MUJER –Mejor no hacer nada. Seguro en algún momento se irá.

HOMBRE (furioso) –Este animal no debería estar aquí.

MUJER –Hijo mío, ¿sabes cuánto corren estos animales? Puede destruir este lugar y matar a todos.

HOMBRE –Si a nadie le importa, a mí tampoco. Sólo he venido a lavarme la mano. ¿El cajero te lava la mano?

MUJER –Sí. Ahora mismo también estaba secando, pero el avestruz acabó estropeando algunas partes del teclado.

HOMBRE (sale de la fila y mira enfadado al avestruz, que permanece callado) –Qué tú aquí no pintas nada ¿eh? ¡Ahorita llamaré al zoológico!

Si, por un lado, el teatro debe reorganizar la sensibilidad del público, también debe ser una zona de guerra. Pues bien, es en esta zona de guerra en la que se sumerge Kauan Amora, al escribir y publicar estos textos, reitera la necesidad de una de las funciones del arte, la de la irreverencia crítica y, por qué no, propositiva. Para demostrar un poco la escritura de este joven dramaturgo, el fragmento de la obra Uma flor sobre o abismo –Una flor sobre el abismo– apunta a la visión crítico-nihilista del ser humano, al poner en escena personajes históricos y la figura de Jesús en torno a la crueldad que enfrenta el personaje negro, quien pide ayuda y es ignorado por todos.

(Bene Martins)



ESCENA 1

Doce personajes, jugando con máscaras, se unen a la folía, bailando y cantando una muy divertida canción de carnaval. Al final, todos se organizan en una “última cena” frente a una enorme mesa, en un salón subterráneo de una casa. El grupo de doce personas blancas forman esta enorme mesa en la que se disponen diversos objetos de la vida cotidiana de la escuela, como en una reunión de profesores. Todos ellos, los blancos, utilizan máscaras de tamaños desproporcionados para el rostro humano, unas demasiado pequeñas y otras demasiado grandes. Las máscaras deben representar necesariamente de forma visual animales y/o figuras históricas colonizadoras. Uso sugerido de la máscara: Tío Sam, Hitler, Jesús, Ganado, Reina Isabel, Abaporu, General, Barón del Café, Machado de Assis, Muñeca Emilia, Presidente de la República y Científico. Entra un hombre negro ordinario, sin máscara, y ocupa el centro de la mesa, sentado exactamente en el medio. Se percibe una atmósfera de sospecha y tensión que, a partir de ahora, crece entre todos, ignorada por este hombre negro que se dedica normalmente a sus actividades.

Hombre negro –Qué bellas son las cosas que nos hacen reír. Más aún las cosas que nos hacen llorar. Lástima que ocurran con tan poca frecuencia y, a veces, demasiado tarde.

Poco a poco, de forma creciente, algunos participantes inician una serie de ataques físicos y verbales contra él, con violencia y agresividad. Mientras pide ayuda repetidamente, se da cuenta de que sus colegas le ignoran.

Hombre negro –¿Qué me estáis haciendo? ¡No! ¡Suéltenme! ¡Basta ya! (intentan quitarse la ropa.) ¡Que alguien me ayude!

Reina Isabel –Oh, what is it you want? I don’t understand! I don’t speak Spanish. Wait down for a second. I’ll be right back.

Muñeca Emilia –Voy a por un cafecito para ti, ¿vale?

Jesús (servicial y amable) –Sabes que siempre puedes contar conmigo. Sólo tengo que arreglar algunas cosas y te ayudaré en un minuto. Espera un poco. Quién sabe, tal vez otros dos mil años. (risas.)

Alguien lo carga con fuerza y lo coloca sobre la mesa y, como al comienzo de un banquete, convoca a todos a un ritual pervertido de violencia física y sexual. Todo el mundo devora al hombre negro. En el punto álgido de la desesperación, hay un destello eléctrico, infernal y que ciega a todos, sin ninguna sombra, seguido de un apagón completo. En la oscuridad, se oye el sonido de un corazón que late y se acelera hasta detenerse. El sonido puede confundirse con una música de encantamiento.

Filamentos de luces rojas y moradas. Voces de personas hablando. Es imposible distinguir cualquier voz. Uno siente diferentes olores, como el éter, la tierra húmeda, las flores. Se oye una confusión de sonidos, como tenedores que rascan los platos, agujas que caen, truenos que estallan, niños que ríen. De repente, tiniebla y silencio total.

Voz –¡No te resistas! ¡Sólo relájate, relájate y relájate!


ESCENA 2

Un joven completamente desnudo lleva guirnaldas en la cabeza y un enorme velo que cubre todo su cuerpo y sostiene un ramo de flores muertas en sus manos. Camina como una novia hacia el altar. Al otro lado, frente a él, hay un hombre desnudo de mediana edad sentado en una silla. Se masturba frenéticamente mientras balbucea algunas frases. Un crescendo de música de suspense acompaña la escena.

Hombre de mediana edad (masturbándose) –Dios está muerto dentro y fuera de mí.

Hombre joven (caminando) –Dios vive dentro y fuera de mí.

Hombre de mediana edad (masturbándose) –¡Oh, qué dolorosa es la vida!

Hombre joven (caminando) –¡Oh, qué bella es la vida!

Hombre de mediana edad (masturbándose) –De lo que no hablamos, fortalecemos.

Hombre joven (caminando) –De lo que no hablamos, matamos.

El hombre que camina llega al lado del hombre sentado y lo sorprende asustado masturbándose. Tiniebla en el escenario. Un inmenso corazón que late cada vez más rápido invade el escenario. El corazón explota y expulsa chorros de sangre y esperma. Cuando el corazón roto cae al suelo en millones de fragmentos, se oye un inmenso estruendo de cristales que se hacen añicos y estos fragmentos se convierten en seres reptantes y semidesnudos que luchan desesperadamente y emiten aullidos y gritos. Un poderoso huracán, cuyo sonido de sus vientos se asemeja a las rezas de las beatas, ahuyenta a estos seres. Los hombres reaparecen y siguen mirándose en la misma posición. Aparece un tercer hombre, mucho mayor que los dos, que es la proyección de uno de ellos.

Hombre mayor (mientras los observa inmóviles) –La fascinación y el miedo van de la mano, por lo que la humillación tiene algo de excitante y deseable.

Este anciano prende fuego al enorme velo y observa cómo arde el hombre de mediana edad mientras clama por ayuda. Para intentar salvarse, entra en un armario de madera y se encierra en él. Los dos le siguen, observan el armario cerrado. Los dos comienzan a cerrar la puerta con clavos mientras el hombre de mediana edad llora, grita y pide a su madre que le salve.

Hombre de mediana edad –¡Mamá, ayuda! Me estoy quemando. Madre, madre, ¿por qué no vienes a salvarme? (la desesperación va in crescendo y sólo termina cuando los dos hombres prenden fuego al armario.)

Los dos hombres –La herida fue precisa y fatal. Agonizó durante un corto tiempo y luego murió.

Tiniebla.


ESCENA 3

Un hombre aparece en escena durmiendo inquieto, pero inmóvil, paralizado. Al otro lado del escenario, dos hombres tienen sexo a través de un Glory Hole. Los gemidos de placer de los dos hombres son amortiguados por los aullidos de sufrimiento del hombre que duerme y llora, completamente inmóvil en el suelo. Los gemidos y aullidos son cada vez más fuertes y ocupan espacio en el escenario. Compiten entre sí apuntando a una amenaza inminente y al gozo, provocando una confusión dolorosa e incómoda, casi insoportable. En el ápice de su placer, los dos hombres se desvanecen repentinamente, sin éxtasis. Se revela que una manada de hombres salvajes y peligrosos rodea al hombre somnoliento, llevando lámparas de tubo y acercándose lentamente mientras el hombre se desespera pero permanece en un estado de parálisis en su sueño, incapaz de escapar. Llora, gime, grita. Paralizado. Se acercan cada vez más. Son como figuras, sombras en el escenario. De golpe, avanzan violentamente sobre el hombre que yace en el suelo. Tiniebla. Durante mucho tiempo sólo se oyen gritos, llantos y el sonido de las lámparas rompiéndose. Silencio.

(Fragmento de Uma flor sobre o abismo –Una flor sobre el abismo–)