justino vettore

Palmas - TO

Fragmento Teatral

ESCENA I –CONOCIÉNDOSE–

Off del Pequeñito:

¿Quién es la protagonista de esta historia? Una niña que viene del otro lado de allá, es decir, no es de por aquí. Vosotros estáis en el otro lado más allá, mientras que nosotros estamos de este lado de aquí, ¿o es al revés? La niña no tenía nombre, o al menos no me dijo cómo se llamaba. Pero sus ojos brillaban con cada palabra que salía de su boca. La historia comenzaba con “Érase una vez” y terminaba con “Felices para siempre”. Entonces, ella cerró el libro, miró hacia otro lado y dijo buenas noches gato. ¿Hum dijo buenas noches gato? Hizo un cariño en el felino que era mío, sólo mío, antes mío y de nadie más. Aunque no lo recuerdo antes de ese momento, pero estaba seguro de que era mío en cuanto lo vi. De hecho, antes de ese momento ni siquiera sabía de mí ni de nada, sólo la historia que ella nos había contado. Era como si acabara de ser creado. La niña me miró entonces, sonrió, me besó la mejilla y dijo: “Buenas noches, pequeñito. Duerme bien y cuida mi gato”. El gato sonrió. ¿Mi gato? Pero el gato no era suyo. ¿O sí que era? Ay qué cabecita. Qué beso más bueno. Ella entonces se cubrió con la manta y se quedó dormida. Pero, fíjate en su audacia, el gato se estiró inmediatamente, me rodeó y se tumbó a mi lado. De repente, sentí un sueño y me quedé dormido allí mismo...

Suena el despertador.

Marci: Buenos días, gato.

Gato: Miau.

Marci: Buenos días, pequeñito.

Pequeñito: Buenos días, mamá.

Marci: (riéndose) Ay qué no soy tu madre. (riéndose) Lejos de mí. (riéndose)

Pequeñito: (grita) ¡Aaaaaaaaaaaaaaaa! (¡Dios mío! Así que no fue un sueño. Ahhhhhhhh.

Marci: Psst. ¡Cállate! Que vas a despertar a los vecinos.

Madre off: Hija, ¿ya estás despierta?

Marci: Sí, sí, madre. Ya voy. Voy a lavarme los dientes y a hacer un cariñito en el gato.

Madre off: ¿Qué gato, hija? ¿Hay un gato en tu habitación? ¿Dejaste la ventana abierta otra vez? No lo toques, que eres…

Marci: Alérgica a los gatos. Ya lo sé, mamá. Que es broma. No hay ningún gato aquí (riéndose bajito). ¿No es verdad cosa hermosa? ¡Qué mono!

Pequeñito: Ey que su nombre no es mono ni nada de eso. No lo toques. Es mío.

Gato: Miau.

Marci: Lo siento. No lo decía en serio. Sólo quería una mascota.

Pequeñito: O no hay que disculparte. No, no llores, por favor. Basta ya. No me gusta ver llorar a una niña. No pasa nada. Puedes acariciarlo. Pero no lo llames mono que es demasiado cursi…

Marci: Qué bien… que es tan regordete. Tengo que irme ya. Llego tarde a la escuela. Nos vemos después de la clase. Voy mamá. Ya estoy lista.

Pequeñito: Oye, ¿a dónde vas niña? ¿Y ahora qué hago? Este es el cuarto de una chica, no puedo quedarme aquí.

Gato: Miau.

Bailarina: (ríe tímidamente)

Pequeñito: ¿Quién se ríe? ¿Quién está ahí? Preséntate ahora o calla para siempre. Me gustaría decir que si eres un monstruo feroz, prefiero que te calles para siempre o te haré daño con mis poderosos...

Gato: Miau.

Pequeñito: Miau. Eso es. Quiero decir… No... ¡Ahhh! Ostras...

Bailarina: No te asustes y tampoco me hagas daño con tu poderoso miau. (riéndose) Soy la bailarina, un placer conocerte, pequeñito.

Pequeñito: Una bailarina. Vaya. Bueno, debo informarles que mi nombre no es pequeñito.

Bailarina: Sí, lo es. Ese es el nombre que ella te dio.

Pequeñito: No, ese no es mi nombre.

Bailarina: ¿Y cómo te llamas entonces?

Pequeñito: Bueno... es...

Gato: Miau.

Pequeñito: Ahora no, gatito. Vaya, no lo sé. He olvidado mi nombre.

Bailarina: Se llama Pequeñito o, si lo prefieres, el pequeñito. Así es como te llamó ella cuando te creó.

Pequeñito: ¿Cuándo qué? ¿Me estás diciendo que fui criado por una niña?

Gato: Miau.

Bailarina: Eres gracioso. Apuesto a que ni siquiera sabes que el gato puede hablar.

Pequeñito: Por supuesto que sí. Es mi gato. Habla miau.

Gato: Yo también hablo otros idiomas, estimado. Miau sólo cuando me da pereza. Como ahora... Miau.

Pequeñito: Por la barba del profeta. Envíame de vuelta al lugar de donde vine. Algo está mal aquí. Se supone que soy amigo de un niño.

Bailarina: Ella te ha creado con tanto cariño, no digas esto. Si lo escucha se va a poner molesta.

Pequeñito: pues que se quede, no quiero jugar con una muñeca.

Gato: Déjeme decirle, señor, que no hay nada malo en que los niños jueguen con muñecas. Pero me veo obligado a decirle que la niña en cuestión tampoco puede jugar con muñecas. Es alérgica.

Pequeñito: ¿Le pasa algo a esa niña? Es alérgica a los gatos, a las muñecas, a todo.

Gato: Miau. Todo es una palabra muy generalizadora muchacho.

Bailarina: Sólo es alérgica a algunos medicamentos, a algunos tipos de alimentos, a las picaduras de insectos, a algunas sustancias como las pinturas, el látex, el polen, la saliva y la piel de algunos animales y nada más.

Pequeñito: ¿Y crees que eso no es suficiente?

Bailarina: Así son los niños. Tú no tienes alergias porque no eres real. 

Pequeñito: Tampoco hay que ofender.

Gato: No quería ofenderte, jovencito. Quiso decir que no eres real en este lado, pero sí en aquel. ¿Entiendes?

Pequeñito: ¿Eh?

Gato: Para los niños que nos crían, somos reales. Miau. El lado de la imaginación fértil nos da la vida.

Bailarina: Los adultos, por otro lado... Estos son un poco más complicados, sí...

Pequeñito: Pero todo adulto ha sido un niño.

Gato: Bien dicho... Fue... Pretérito perfecto... Verbo conjugado en pasado, es decir, ya no es... Miau.

Bailarina: Dale una oportunidad a la niña. Ella no te creó para nada. Hace mucho tiempo que ella te ha planeado. Fue casi una gestación... Al principio éramos sólo ella y yo.

(Fragmento de O fantástico mundo imaginário de Marci)

Justino Vettore es actor, director de teatro y cine, dramaturgo y guionista. Fundador de la Compañía 13 de Maio, de Mato Grosso, y del Grupo Um Ponto Dois, de Tocantins.

escucha la entrevista:

Apresentação Critica

¿Quién se acuerda de su amigo imaginario? ¿O al menos recuerda si tenían uno? Y los juegos que jugábamos de niños, ¿quién puede olvidarlos? ¿Y las historias que oímos y que alimentaron nuestros sueños: príncipes, reyes, gigantes, brujas, monstruos? La infancia, se ha demostrado, es la fase que nos marca a todos. Por eso, centremos nuestra mirada o recordemos este momento de la vida con la ternura con la que siempre debe ser recordado.

Quizás sea con este lema con el que Justino Vettore, un joven dramaturgo de Tocantins, recurre, consciente o inconscientemente, cada vez que necesita escribir un texto para el teatro. Porque, al leer sus obras, nos parece que siempre hay una mirada de niño curioso que desvela el mundo. Y si recordamos que las palabras saber y contar tienen la misma raíz latina, podemos ver que el dramaturgo es un gran cuentacuentos.

Así, cuando observamos la trayectoria de este artista de São Paulo, pero con raíces en Tocantins, podemos ver cómo el teatro está vivo en él, desde muy temprano, desde que era un muchacho, escribiendo, dirigiendo, actuando en obras, este quehacer ha alimentado y mantiene viva en él la llama que ilumina los escenarios de todo el mundo. Algo que sólo pueden describir quienes han pisado el suelo de un escenario teatral y lo han convertido en su hogar cuando se abre el telón.

De este modo, el carácter lúdico y la fuerza imaginaria presentes en las dramaturgias de Justino Vettore, así como los elementos de la cultura popular, la interacción con el público y el metalenguaje, aluden a la forma en que el autor juega con las palabras y revive sus recuerdos en el juego escénico. Como alguien que ama y experimenta profundamente lo que hace, Justino siempre está dispuesto a comunicarse con los que le rodean, con delicadeza, serenidad y puntualidad, sobre los temas sociales que hay que discutir.

Así, atento a las cuestiones que nos rodean hoy en día, Justino Vettore las aborda con delicadeza en sus escritos. Su creación dramatúrgica no se produce fuera del tiempo, ni a contracorriente de la memoria, sino a través de bifurcaciones y diferenciaciones que sólo en el juego nupcial con la musa divina Mnemosine pueden nacer, el dramaturgo recoge y guarda lo que Cronos va dejando por el camino. Cuando lo necesita, se apodera de la información y la reconfigura para sus escritos escénicos procedentes de un verbo mágico invenire, es decir, “encontrar”, “hallar”, y a partir de ahí tenemos en las líneas dramatúrgicas un des-cubrimiento, un des-velamiento de ciertos fragmentos del imaginario, de las memorias, de las vivencias.

De este modo, revelando e inventando mundos, Justino Vettore sigue su camino de escritor actuando en varios frentes y acumulando experiencias escénicas que enriquecen su escritura. Además de las obras de teatro, también firma guiones para eventos culturales, así como series web, dirige documentales y otros proyectos relacionados con las artes escénicas, entre otras actividades. ¿Os recordáis cómo empezamos esta presentación? Pues bien, si las fabulosas creaciones de la infancia son pertinentes para las producciones dramatúrgicas de Justino Vettore, nos queda, en este momento, como muestra de las artimañas del autor, sumergirnos en O fantástico mundo imaginário de Marci –El fantástico mundo imaginario de Marci–.

En esta historia, el dramaturgo nos presenta a la protagonista, una niña de siete años que, en la soledad de no tener compañía para sus juegos, crea amigos imaginarios: una versión infantil de su hermano adolescente, al que llamará “el pequeñito”, un gato gordo y una bailarina ciega. Juntos, se enfrentan a la bruja del olvido y se aventuran en los descubrimientos de un mundo por deconstruir en relación con la imposición de normas sociales.

Sin subestimar la inteligencia de los más pequeños, el dramaturgo utiliza su imaginación para jugar con el imaginario del espectador, barajando mundos posibles y, hábilmente, manipulando la creación escénica. Justino elabora con excelencia su texto dirigido al público infantil, haciendo uso de lo que todos usamos o podemos usar en nuestra vida cotidiana: la fantasía. El autor nos recuerda la posibilidad de soñar mundos diferentes y de “vivir” acontecimientos que amenicen las dificultades de la realidad o nos ayuden a afrontarlas.

El imaginario, tomado aquí como un elemento de creación poética de la escena teatral no significa escapar de lo que necesitamos experimentar, sino que es un artificio que el dramaturgo utiliza para, dentro de su escritura, encontrar o señalar soluciones a cuestiones sociales que necesitan ser discutidas. El autor no se limita a escribir para niños, pero cuando lo hace, demuestra su capacidad para producir textos cautivadores, ágiles, inteligentes y bien estructurados. Es un error suponer que la producción de teatro para niños es fácil, dado el reto de complacer, entretener y satisfacer el potencial de la subjetividad de la infancia.

Así, siguiendo esta métrica de trabajo y talento, Justino Vettore demuestra su vocación por las urdimbres teatrales y prueba su capacidad inventiva con cada nuevo texto, en el que denota dominio técnico, compromiso con la realidad y encanto con su oficio.

(Bene Martins y Mailson Soares)



Justino Vettore es actor, director de teatro y cine, dramaturgo y guionista. Fundador de la Compañía 13 de Maio, de Mato Grosso, y del Grupo Um Ponto Dois, de Tocantins.

¿Quién se acuerda de su amigo imaginario? ¿O al menos recuerda si tenían uno? Y los juegos que jugábamos de niños, ¿quién puede olvidarlos? ¿Y las historias que oímos y que alimentaron nuestros sueños: príncipes, reyes, gigantes, brujas, monstruos? La infancia, se ha demostrado, es la fase que nos marca a todos. Por eso, centremos nuestra mirada o recordemos este momento de la vida con la ternura con la que siempre debe ser recordado.

Quizás sea con este lema con el que Justino Vettore, un joven dramaturgo de Tocantins, recurre, consciente o inconscientemente, cada vez que necesita escribir un texto para el teatro. Porque, al leer sus obras, nos parece que siempre hay una mirada de niño curioso que desvela el mundo. Y si recordamos que las palabras saber y contar tienen la misma raíz latina, podemos ver que el dramaturgo es un gran cuentacuentos.

Así, cuando observamos la trayectoria de este artista de São Paulo, pero con raíces en Tocantins, podemos ver cómo el teatro está vivo en él, desde muy temprano, desde que era un muchacho, escribiendo, dirigiendo, actuando en obras, este quehacer ha alimentado y mantiene viva en él la llama que ilumina los escenarios de todo el mundo. Algo que sólo pueden describir quienes han pisado el suelo de un escenario teatral y lo han convertido en su hogar cuando se abre el telón.

De este modo, el carácter lúdico y la fuerza imaginaria presentes en las dramaturgias de Justino Vettore, así como los elementos de la cultura popular, la interacción con el público y el metalenguaje, aluden a la forma en que el autor juega con las palabras y revive sus recuerdos en el juego escénico. Como alguien que ama y experimenta profundamente lo que hace, Justino siempre está dispuesto a comunicarse con los que le rodean, con delicadeza, serenidad y puntualidad, sobre los temas sociales que hay que discutir.

Así, atento a las cuestiones que nos rodean hoy en día, Justino Vettore las aborda con delicadeza en sus escritos. Su creación dramatúrgica no se produce fuera del tiempo, ni a contracorriente de la memoria, sino a través de bifurcaciones y diferenciaciones que sólo en el juego nupcial con la musa divina Mnemosine pueden nacer, el dramaturgo recoge y guarda lo que Cronos va dejando por el camino. Cuando lo necesita, se apodera de la información y la reconfigura para sus escritos escénicos procedentes de un verbo mágico invenire, es decir, “encontrar”, “hallar”, y a partir de ahí tenemos en las líneas dramatúrgicas un des-cubrimiento, un des-velamiento de ciertos fragmentos del imaginario, de las memorias, de las vivencias.

De este modo, revelando e inventando mundos, Justino Vettore sigue su camino de escritor actuando en varios frentes y acumulando experiencias escénicas que enriquecen su escritura. Además de las obras de teatro, también firma guiones para eventos culturales, así como series web, dirige documentales y otros proyectos relacionados con las artes escénicas, entre otras actividades. ¿Os recordáis cómo empezamos esta presentación? Pues bien, si las fabulosas creaciones de la infancia son pertinentes para las producciones dramatúrgicas de Justino Vettore, nos queda, en este momento, como muestra de las artimañas del autor, sumergirnos en O fantástico mundo imaginário de Marci –El fantástico mundo imaginario de Marci–.

En esta historia, el dramaturgo nos presenta a la protagonista, una niña de siete años que, en la soledad de no tener compañía para sus juegos, crea amigos imaginarios: una versión infantil de su hermano adolescente, al que llamará “el pequeñito”, un gato gordo y una bailarina ciega. Juntos, se enfrentan a la bruja del olvido y se aventuran en los descubrimientos de un mundo por deconstruir en relación con la imposición de normas sociales.

Sin subestimar la inteligencia de los más pequeños, el dramaturgo utiliza su imaginación para jugar con el imaginario del espectador, barajando mundos posibles y, hábilmente, manipulando la creación escénica. Justino elabora con excelencia su texto dirigido al público infantil, haciendo uso de lo que todos usamos o podemos usar en nuestra vida cotidiana: la fantasía. El autor nos recuerda la posibilidad de soñar mundos diferentes y de “vivir” acontecimientos que amenicen las dificultades de la realidad o nos ayuden a afrontarlas.

El imaginario, tomado aquí como un elemento de creación poética de la escena teatral no significa escapar de lo que necesitamos experimentar, sino que es un artificio que el dramaturgo utiliza para, dentro de su escritura, encontrar o señalar soluciones a cuestiones sociales que necesitan ser discutidas. El autor no se limita a escribir para niños, pero cuando lo hace, demuestra su capacidad para producir textos cautivadores, ágiles, inteligentes y bien estructurados. Es un error suponer que la producción de teatro para niños es fácil, dado el reto de complacer, entretener y satisfacer el potencial de la subjetividad de la infancia.

Así, siguiendo esta métrica de trabajo y talento, Justino Vettore demuestra su vocación por las urdimbres teatrales y prueba su capacidad inventiva con cada nuevo texto, en el que denota dominio técnico, compromiso con la realidad y encanto con su oficio.

(Bene Martins y Mailson Soares)



ESCENA I –CONOCIÉNDOSE–

Off del Pequeñito:

¿Quién es la protagonista de esta historia? Una niña que viene del otro lado de allá, es decir, no es de por aquí. Vosotros estáis en el otro lado más allá, mientras que nosotros estamos de este lado de aquí, ¿o es al revés? La niña no tenía nombre, o al menos no me dijo cómo se llamaba. Pero sus ojos brillaban con cada palabra que salía de su boca. La historia comenzaba con “Érase una vez” y terminaba con “Felices para siempre”. Entonces, ella cerró el libro, miró hacia otro lado y dijo buenas noches gato. ¿Hum dijo buenas noches gato? Hizo un cariño en el felino que era mío, sólo mío, antes mío y de nadie más. Aunque no lo recuerdo antes de ese momento, pero estaba seguro de que era mío en cuanto lo vi. De hecho, antes de ese momento ni siquiera sabía de mí ni de nada, sólo la historia que ella nos había contado. Era como si acabara de ser creado. La niña me miró entonces, sonrió, me besó la mejilla y dijo: “Buenas noches, pequeñito. Duerme bien y cuida mi gato”. El gato sonrió. ¿Mi gato? Pero el gato no era suyo. ¿O sí que era? Ay qué cabecita. Qué beso más bueno. Ella entonces se cubrió con la manta y se quedó dormida. Pero, fíjate en su audacia, el gato se estiró inmediatamente, me rodeó y se tumbó a mi lado. De repente, sentí un sueño y me quedé dormido allí mismo...

Suena el despertador.

Marci: Buenos días, gato.

Gato: Miau.

Marci: Buenos días, pequeñito.

Pequeñito: Buenos días, mamá.

Marci: (riéndose) Ay qué no soy tu madre. (riéndose) Lejos de mí. (riéndose)

Pequeñito: (grita) ¡Aaaaaaaaaaaaaaaa! (¡Dios mío! Así que no fue un sueño. Ahhhhhhhh.

Marci: Psst. ¡Cállate! Que vas a despertar a los vecinos.

Madre off: Hija, ¿ya estás despierta?

Marci: Sí, sí, madre. Ya voy. Voy a lavarme los dientes y a hacer un cariñito en el gato.

Madre off: ¿Qué gato, hija? ¿Hay un gato en tu habitación? ¿Dejaste la ventana abierta otra vez? No lo toques, que eres…

Marci: Alérgica a los gatos. Ya lo sé, mamá. Que es broma. No hay ningún gato aquí (riéndose bajito). ¿No es verdad cosa hermosa? ¡Qué mono!

Pequeñito: Ey que su nombre no es mono ni nada de eso. No lo toques. Es mío.

Gato: Miau.

Marci: Lo siento. No lo decía en serio. Sólo quería una mascota.

Pequeñito: O no hay que disculparte. No, no llores, por favor. Basta ya. No me gusta ver llorar a una niña. No pasa nada. Puedes acariciarlo. Pero no lo llames mono que es demasiado cursi…

Marci: Qué bien… que es tan regordete. Tengo que irme ya. Llego tarde a la escuela. Nos vemos después de la clase. Voy mamá. Ya estoy lista.

Pequeñito: Oye, ¿a dónde vas niña? ¿Y ahora qué hago? Este es el cuarto de una chica, no puedo quedarme aquí.

Gato: Miau.

Bailarina: (ríe tímidamente)

Pequeñito: ¿Quién se ríe? ¿Quién está ahí? Preséntate ahora o calla para siempre. Me gustaría decir que si eres un monstruo feroz, prefiero que te calles para siempre o te haré daño con mis poderosos...

Gato: Miau.

Pequeñito: Miau. Eso es. Quiero decir… No... ¡Ahhh! Ostras...

Bailarina: No te asustes y tampoco me hagas daño con tu poderoso miau. (riéndose) Soy la bailarina, un placer conocerte, pequeñito.

Pequeñito: Una bailarina. Vaya. Bueno, debo informarles que mi nombre no es pequeñito.

Bailarina: Sí, lo es. Ese es el nombre que ella te dio.

Pequeñito: No, ese no es mi nombre.

Bailarina: ¿Y cómo te llamas entonces?

Pequeñito: Bueno... es...

Gato: Miau.

Pequeñito: Ahora no, gatito. Vaya, no lo sé. He olvidado mi nombre.

Bailarina: Se llama Pequeñito o, si lo prefieres, el pequeñito. Así es como te llamó ella cuando te creó.

Pequeñito: ¿Cuándo qué? ¿Me estás diciendo que fui criado por una niña?

Gato: Miau.

Bailarina: Eres gracioso. Apuesto a que ni siquiera sabes que el gato puede hablar.

Pequeñito: Por supuesto que sí. Es mi gato. Habla miau.

Gato: Yo también hablo otros idiomas, estimado. Miau sólo cuando me da pereza. Como ahora... Miau.

Pequeñito: Por la barba del profeta. Envíame de vuelta al lugar de donde vine. Algo está mal aquí. Se supone que soy amigo de un niño.

Bailarina: Ella te ha creado con tanto cariño, no digas esto. Si lo escucha se va a poner molesta.

Pequeñito: pues que se quede, no quiero jugar con una muñeca.

Gato: Déjeme decirle, señor, que no hay nada malo en que los niños jueguen con muñecas. Pero me veo obligado a decirle que la niña en cuestión tampoco puede jugar con muñecas. Es alérgica.

Pequeñito: ¿Le pasa algo a esa niña? Es alérgica a los gatos, a las muñecas, a todo.

Gato: Miau. Todo es una palabra muy generalizadora muchacho.

Bailarina: Sólo es alérgica a algunos medicamentos, a algunos tipos de alimentos, a las picaduras de insectos, a algunas sustancias como las pinturas, el látex, el polen, la saliva y la piel de algunos animales y nada más.

Pequeñito: ¿Y crees que eso no es suficiente?

Bailarina: Así son los niños. Tú no tienes alergias porque no eres real. 

Pequeñito: Tampoco hay que ofender.

Gato: No quería ofenderte, jovencito. Quiso decir que no eres real en este lado, pero sí en aquel. ¿Entiendes?

Pequeñito: ¿Eh?

Gato: Para los niños que nos crían, somos reales. Miau. El lado de la imaginación fértil nos da la vida.

Bailarina: Los adultos, por otro lado... Estos son un poco más complicados, sí...

Pequeñito: Pero todo adulto ha sido un niño.

Gato: Bien dicho... Fue... Pretérito perfecto... Verbo conjugado en pasado, es decir, ya no es... Miau.

Bailarina: Dale una oportunidad a la niña. Ella no te creó para nada. Hace mucho tiempo que ella te ha planeado. Fue casi una gestación... Al principio éramos sólo ella y yo.

(Fragmento de O fantástico mundo imaginário de Marci)