Una vez escuché una frase de un autor desconocido: “Cualquiera que conozca una sonrisa de verdad sabe que no todos los payasos son felices”. No podemos decir con certeza lo felices o tristes que son las personas; aunque esos sentimientos sean evidentes, lo que está oculto en la esencia no se puede ver a simple vista. El arte, bajo sus múltiples formas, puede expresar ora la delicadeza ora o la agresividad, lo que hay de más profundo en el artista, pero conviene recordar que no se puede juzgar la obra por el autor ni viceversa. Joca Monteiro creó su payaso, Joca Boboca, para encontrar de alguna manera la alegría y la irreverencia típicas de los payasos, ya sea en su vida o en el mundo que le rodea. El payaso sigue provocando risas en el barrio donde vive y desarrolla sus proyectos sociales en una de las comunidades más necesitadas de la ciudad de Macapá. Triste o alegre, Joca se expresa y, como una de sus características artísticas, desfila por los múltiples lenguajes que domina, con textos llenos de sentimientos, profundas discusiones sociales, que dejan su huella como un importante artista de la región.
Joca Monteiro es un artista polifacético y autodidacta: payaso, actor, dramaturgo, poeta, ilustrador, músico, folión de la vida. A pesar de no haber tenido nunca el privilegio del aprendizaje académico, hizo de sus experiencias la escuela que necesitaba. Es un autodidacta, un doctor de la vida. Cuando se le pregunta cómo se define a sí mismo, responde sin pensarlo mucho: “Soy un artista, así de simple”. Pero las cosas no son así tan sencillas. Su expresión artística asusta y atrae por la belleza, la audacia, la delicadeza con que saca a la superficie temas que, en principio, serían regionales, sin embargo, son universales en su comprensión: de una tragedia naufragada en el estado de Amapá, representa poéticamente el dolor, el lamento, la añoranza; de la tristeza de una joven desollada, tematiza los problemas sociales y, al mismo tiempo, las cuestiones particulares de la protagonista como la vanidad, el abandono, el prejuicio; o incluso cuando importa una cultura tan fuerte en el Nordeste como es el cordel, para hablar de una cultura local y norteña [nota de traducción: la literatura de cordel se caracteriza por la poesía, oral en su origen, y después escrita en pliegos de cordel puestos en venta en tendederos de cuerdas, de ahí su nombre; muchos de los poemas están escritos en forma de rima y algunos están ilustrados con xilografías]. Sus textos se entienden no porque sean sencillos, sino porque dialogan con lo más cercano a lo humano.
O véu de Darismar –El velo de Darismar– es el resultado de una investigación llevada a cabo por el dramaturgo sobre las mujeres desolladas en la región de Amapá. A través de numerosos recortes, se narra la vida y los cambios físicos y psicológicos sufridos por Darismar, a quien el día de su boda tuvo el cuero cabelludo arrancado cuando su velo se enredó en el motor del barco que la transportaba. Tras el trágico episodio, la protagonista pasa a vivir en el hospital, su pareja renuncia a la boda; ella sufre prejuicios y comienza a dudar de su condición de mujer por la pérdida de su cabello. El dramaturgo trata con sensibilidad una realidad muy particular de la región amazónica y pone en evidencia temas como el transporte de barcos clandestinos, alertando sobre la inseguridad de este tipo de embarcaciones, al tiempo que habla de temas intemporales a nuestra sociedad. Este es uno de los males sociales que le mueven a escribir, Joca está comprometido con la denuncia social y la lucha por mejorías para su gente.
Joca Monteiro está orgulloso de su trabajo. En las entrevistas, deja traslucir la ilusión por cada proyecto que ha desarrollado y sigue desarrollando. Sin embargo, en João Cheiroso e João do Céu vendendo cordel –Juan Perfumado y Juan del Cielo vendiendo cordel–, es evidente su deseo de ser recordado por el tipo de teatro que le cautivó: el teatro callejero. Sus primeros pasos en la dramaturgia están ligados a este tipo de teatro dedicado al público transeúnte, sorprendido por un arte cuyo principio es llegar a las masas que, la mayoría de las veces, no tienen acceso a la cultura dramatúrgica. Joca Boboca (el payaso) y Joca Monteiro se confunden, se mezclan en esta obra que, a pesar de no tener como premisa la payasada y la presencia del payaso personificado, refleja con claridad que él es el artista (actor y dramaturgo) y el hombre, y que ambos luchan por (sobre)vivir, “pasando el sombrero” para mantenerse a sí mismo y a su arte. ¡Joca Monteiro respira, hace, vive de y con el arte!
Aquí hacemos hincapié en tres obras del dramaturgo, en un conjunto de muchas más: O novo Amapá –El nuevo Amapá–; O véu de Darismar –El velo de Darismar–; y João Cheiroso e João do Céu vendendo cordel –Juan Perfumado y Juan del Cielo vendiendo cordel–.
O novo Amapá –El nuevo Amapá– es una obra de teatro escenificada por la Compañía Supernova, inspirada en el texto poético Triste Janeiro –Triste Enero–, de Joca Monteiro. El espectáculo está íntegramente montado a partir de poemas que rinden homenaje a los implicados en el que se considera el mayor naufragio fluvial de Brasil, ocurrido el 6 de enero de 1981 en el río Cajari (cerca de la frontera entre los estados de Amapá y Pará), cuando la embarcación Novo Amapá se hundió dejando cerca de 600 víctimas. Además de la teatralidad, la obra incluye performances, instalaciones visuales y música que buscan emocionar al público. Aunque el contexto y la trama se basan en una tragedia siniestra y con escenas fuertes, el lirismo del espectáculo permite una cierta delicadeza a los ojos del público. Madres: “Guarda a mi ángel, mi amado y buen Jesús/ Guarda a mi ángel con tu amor divino/ Mi angelito tiene miedo, tiene frío, está solo/ Guarda a mi ángel, mi amado y buen Jesús" (Joca Monteiro, Triste Janeiro –Triste Enero–). En este poema, el yo lírico da voz a las madres que perdieron a sus hijos. Una escena conmovedora que describe el momento de desesperación de los náufragos que se aferran a sus creencias, a sus amores y a la esperanza divina como consuelo. El fragmento que sigue explica una de las habilidades del dramaturgo, hacer de la tragedia un texto poéticamente triste, bello, sensible; yo diría que se trata de una poética humanizada. De la página 8 de su publicación seleccionamos la Escena V: Madres, que retrata la desesperación de las madres que lamentan la pérdida de sus hijos pequeños, y de la página 9, la Escena VII: Señor del Tiempo, en la que reina el silencio en respeto al luto de los que han perdido a sus seres queridos.
(Bene Martins)