jhonny salaberg

São Paulo - SP

Fragmento Teatral

6. PAVILLÓN

Rose teje su gorro de lana.

Rose: Doña Gloria se ha ido, la fiesta de cumpleaños del mes ha terminado y yo tengo las llaves de la puerta. Necesito seguir lo que habíamos acordado. Atravieso el gélido pabellón, el frío llegó con las horas. Me dirijo a mi celda tratando de mantener mi corazón tranquilo dentro de mi pecho. Recuerdo a mi hijo arrastrándose sobre el dibujo de la bandera de Brasil ya desgastado en el suelo del patio y sonrío ante las columnas. A veces pienso que estoy loca, o al menos que me estoy quedando a plazos, en años. Llego a la celda y Fátima alimenta a su bebé tumbada en la cama con el pecho izquierdo asomando. A su lado, una bolsa de canastilla azul repleta de pañales, manta y ropa de los dos. No digo nada. Me subo a la litera, saco con cuidado las llaves del interior del gorro y sigo tejiendo. Fátima canta una nana y yo coreografío mis manos con cada pliegue de la melodía, punto por punto, tejiendo las vueltas del gorro de lana. Termino el trabajo y me aferro a la gorra en el pecho. Me duermo como un plantador de caña de azúcar que duerme encima de la caña. Sueño con mis ombligos libres, ligeros y sueltos en un campo verde, lleno de grandes árboles. Teléfonos de colores que cuelgan de los árboles suenan sin parar, corro e intento contestar a todos los que puedo. Son muchos: grandes, pequeños, gordos y delgados. Siento un enorme amor por todos ellos, mis ombligos y los teléfonos. La última vez que vi mis ombligos, eran muy pequeños, casi como semillas, frijoles, hilos de pelo. Ahora son grandes, pero no puedo ver los ojos, la boca, la nariz, la oreja de ninguno. Hay una gran nube incrustada en sus rostros. Pero los quiero de todos modos, sin el ADN-espejo de la función materna de la que fui empleada. Los teléfonos no dejan de sonar y corro a contestarlos. Cuando por fin consigo responder a uno de ellos, me despierto con Fátima golpeando el somier de mi cama en la parte inferior de la litera. Miro hacia abajo y ella me mira con tal seguridad en el fondo de sus ojos que siento que ha entrado dentro de mí. ¡Ha llegado el momento! Le entrego la gorra con el manojo de llaves dentro y la veo cruzar la celda lentamente con el bebé en un brazo y la bolsa en el otro. Fátima me mira y aprieta los ojos, recordándome lo acordado. Son más de las nueve y en el pabellón reina un silencio ensordecedor. El partido ha dado un giro y los equipos están empatados. Todos los guardias del pabellón están en sus rincones, escuchando el partido por la radio con auriculares. ¡La tensión está en el aire! Pero lo acordado se mantiene firme y fuerte. En el fondo, oculto a los ojos y los oídos, en códigos escritos en pañales y biberones, todas las madres saben que Fátima se va hoy. Todas hacen el mínimo de silencio para que todo salga como se ha planeado. Todas las madres acuestan a sus bebés a la misma hora para que se despiertan a tiempo. Todo está planificado al detalle. Tumbada en la cama, miro al techo con aprensión, procurando no quedarme dormida ni dejar que mis pensamientos me jueguen una mala pasada. Necesito oír el clic de las llaves de la puerta trasera, ¡es la señal de la noche! Mientras tanto, intento recordar las cosas que me hacen feliz, como las llamadas telefónicas de 15 minutos que hago a mis hijos cada semana. He visto crecer a mis hijos con el teléfono. Bueno no es que vi, sino que los oí. De las existencias, ahora sólo conozco la voz. Me ocupo de mis hijos por teléfono. Oigo cómo se estiran sus sonoras piernas y cómo emerge su libertad. Escuché la risa del niño a los dos años, el abecedario de la niña a los cuatro y la gripe de los dos la pasada Navidad. Pero fue el mes pasado cuando escuché la profusión con las sílabas al decir “saudade”, “te extraño”. Sentí que el tiempo pesaba en mis oídos. “La saudade sólo existe aquí, ¿verdad, mamá? Sólo nosotros tenemos saudade y nadie más”, dijo Julia al comentar su deber de casa, enseñándome que la palabra “saudade” sólo existe en portugués. Pero la saudade también existe en mi corazón, la lengua extranjera del pabellón. Mis hijos se fueron sin fecha, y yo aquí con fecha puesta y encarcelada. Cada semana espero ansiosamente mis quince minutos al teléfono para ir al parque, al colegio, a casa de la abuela materna y paterna. Pegada al teléfono, también me ocupo de nuestra casa, hago la comida, les doy baño y ayudo con los deberes. ¡Todo en quince minutos! Puede parecer poco, pero aquí dentro es mucho. Si un día me voy de aquí, me llevaré el teléfono conmigo.

(Fragmento de Parto pavilhão –Parto pabellón–)



Jhonny Salaberg es actor y dramaturgo. Cofundador del grupo de teatro negro O Bonde.

escucha la entrevista:

Apresentação Critica

En la dramaturgia de Jhonny Salaberg, lo real, lo cotidiano y el hecho histórico son perforados por dimensiones mito-poéticas y simbólicas, haciendo que la realidad concreta se decolore en tiempos, imágenes y espacios impregnados de metáforas. El propio autor identifica en su obra ciertos rasgos de un realismo fantástico o, podríamos decir, de un real maravilloso, en el que el ámbito habitual, ordinario o común, se ve impregnado de percepciones y acontecimientos insólitos e imprevistos. En sus textos, la atrocidad sistemática del racismo y el sexismo, la criminalización de las poblaciones negras y todo lo que supone la esclavización en Brasil no se ven desde un punto de vista determinista, como una tragedia social ineludible. Por el contrario, sus escritos muestran personajes, discursos y visualidades en una constante (y urgente) búsqueda por fabular otra realidad fuera de los marcos discriminatorios y excluyentes. Las creaciones dramatúrgicas de Salaberg no pierden, frente a un mundo racista, sangriento y todavía colonial, la capacidad de hacernos para el futuro, es decir, de imaginar otras relaciones humanas, otros tiempos.

Nacido en la Zona Este, en la periferia de São Paulo, Jhonny Salaberg es dramaturgo, actor y profesor. Además de haber participado en Carcasa de Poéticas Negras, actualmente es miembro fundador de O Bonde, compañía teatral formada en 2017, cuyos fundamentos artísticos se encuentran en las teatralidades negras, en el imaginario de la diáspora afro, en la postura antirracista comprometida y en la experimentación escénica. O Bonde está compuesto por antiguos alumnos negros de la Escola Livre de Teatro. Como actor, también ha colaborado con el colectivo Estopô Balaio y la compañía Clandestina, importantes grupos de teatro de São Paulo. La vida periférica y la fructífera experiencia con los teatros de grupo son otros dos rasgos que se instalan en la dramaturgia de Salaberg. En los últimos años, su obra ha sido referenciada a nivel nacional e internacional.

El joven es autor de la Trilogía de la fuga, compuesta por las obras: Mato cheio –Selva llena–; Buraquinhos ou o vento é inimigo do picumã –Pequeños huecos o el viento es el enemigo del picumã– y Parto pavilhão –Parto pabellón– [nota de traducción: “picumã” significa hollín, telas de araña ennegrecidas por el hollín, pero además la palabra viene de “Pajubá”, una lengua creada durante la Dictadura y con orígenes en el Yoruba y el Nagô, lenguas africanas, cuyo vocabulario reúne apropiaciones lingüísticas realizadas por homosexuales y travestis, y significa pelo, cabello]. En términos generales, las tres obras dramatizan la incesante lucha del pueblo negro por su plena libertad física, psíquica y cultural en un contexto de profunda deshumanización. La huida, aquí, es un gesto inventivo no sólo para sobrevivir, sino para reconstruir el pasado, ampliar las posibilidades de existencia en el presente y diseñar, colectivamente, un porvenir alternativo. En este proceso, la evasión es también una estrategia estética cuya pretensión es esquivarse de las rígidas expectativas sobre lo que puede/debe ser un teatro negro, socavando estereotipos, estigmas e imaginarios sociales. Toda su trilogía está publicada en la colección Dramaturgia de la editorial Cobogó.

El primer texto, Mato cheio –Selva llena–, estrenado en 2017 por el grupo Carcasa de Poéticas Negras tiene, como trasfondo histórico, las fugas de hombres y mujeres esclavizados que, a principios del siglo XIX, se dirigieron hacia los quilombos de Santos, en el litoral del estado de São Paulo. En el camino, cansados y angustiados, se refugiaron en la casa del Sítio da Ressaca –Finca de la Resaca–. Salaberg crea un texto dotado de fuerza imaginaria. Un mismo personaje, tripartito en diferentes visiones, vive la angustia existencial, lidiando con la desesperanza y el miedo a ser capturado; una batalla por afirmar su humanidad anhelante. La dramaturgia, que conjuga temporalidades históricas y míticas, es entrecortada con la realidad contemporánea de los actores negros que evocan sus observaciones, recuerdos y bagaje de vivencias. El mar es el emblema tortuoso de la libertad, un lugar de travesías. En este aspecto, la obra tiene similitudes con un otro breve texto teatral titulado Os negros, escrito en 1905 por Lima Barreto. En esta obra, de tenor simbolista, un grupo de esclavos, tras escapar de la granja donde eran explotados, se enfrenta al enigmático marítimos. Los recuerdos, los miedos y los sueños se mueven con los sonidos y los paisajes del mar. La densa simbología (mar, fuego, Iansã-búfalo, Xangô, tierra, casa, sal, etc.), también presente en Salaberg, encuentra su ápice en el personaje Picita. La legendaria mujer negra, griot, dama de tiempos inmemoriales, no sólo enciende los deseos de los fugitivos, sino que actúa como testigo histórico de las transformaciones sociales y divinas que se avecinan [nota de traducción: 1. Autor de memorables novelas, cuentos y crónicas; periodista polémico, con una destacada presencia en diversos medios de comunicación; y, sin duda, uno de los más destacados escritores brasileños de las primeras décadas del siglo XX, Lima Barreto es considerado uno de los fundadores de la literatura negra o afrobrasileña. Casualmente, el escritor nació en Río de Janeiro el 13 de mayo de 1881, día en el que se celebra supuestamente el fin del período esclavista en Brasil, hijo de João Henriques de Lima Barreto y Amália Augusta Barreto, ambos de ascendencia africana. Su última época estuvo marcada por el dolor, la pobreza, la discriminación racial, el alcoholismo y la locura. 2. Iansán, Iansã u Oyá es una Orixá femenina de las religiones afrobrasileña y afrocubanas. Es el Orixá de los vientos, huracanes y tempestades. En alguno de sus caminos es dueña de la entrada de los cementerios, y tiene dominio sobre los Egunes, que son los espíritus de los muertos. Además de su relación con el cementerio, Iansã favorece la fertilidad, contribuyendo con las tempestades a la fertilidad del suelo. 3. Xangô es el Señor de la Justicia, el Orixá de la Ley. Gobierna los dominios del fuego, expresado en el rayo y en la lava de los volcanes. Su hacha está en las canteras. Se le considera de gran poder, un Orixá justo, por lo tanto, para pedir justicia a Xangô es necesario que la situación sea realmente justa, pues él mirará ambos lados de la situación. Por ello, su instrumento es el Osé, el hacha de dos hojas. Representa el espíritu maduro, un gran líder, que conoce el bien y el mal].

Buraquinhos ou o vento é inimigo do picumã –Pequeños huecos o el viento es el enemigo del picumã– es la segunda obra de la trilogía. El texto, tejido desde mediados de 2016, fue, al año siguiente, premiado en la IV Muestra de Dramaturgia en Pequeños Formatos Escénicos, iniciativa organizada por el Centro Cultural São Paulo. En la obra, un joven negro y periférico es brutalmente abatido por la policía, encarnando una realidad brasileña muy dura, que es el genocidio de la juventud negra. Sin embargo, el niño asustado insiste en vivir. En su huida por la supervivencia, recorre innumerables tiempos y espacios, atravesando mágicamente diferentes paisajes y lugares, resignificando, en estos caminos, su identidad, sus sueños, sus afectos y su propia humanidad en un mundo cruel. La dramaturgia desmonta el crudo realismo de la violencia policial mediante una cascada de imágenes, símbolos e impresiones fuertemente ambiguas y poéticas. De principio a fin hay, en el lenguaje dramático, una tensión entre la brutalidad y la delicadeza, entre la concreción de lo real y las expansiones imaginativas. En esta odisea, el cuerpo negro, aunque lleno de pequeños agujeros sangrientos, no pierde de vista la capacidad de proyectar otros universos. La huida es realmente una travesía creadora. El programa se estrenó en 2018. Es el texto más premiado del autor.

La última parte de la trilogía se cierra con Parto pavilhão –Parto pabellón–, que todavía no fue escenificada. En este texto, el dramaturgo se ocupa de las penurias del encarcelamiento femenino. Este es otro hecho alarmante en la coyuntura brasileña, en la que más del 60% de los presos son negros, reproduciendo, una vez más, patrones racistas de selectividad penal. Seguimos la trayectoria de Rose, una joven madre encarcelada, que narra en fragmentos su vida cotidiana, su historia y, sobre todo, sus astutos planes para poner en práctica una fuga masiva. Parto pavilhão –Parto pabellón– es el texto más discrepante, si lo comparamos con los otros dos. Su lenguaje es más directo, contiene menos arrebatos metafóricos, aunque no carece de sensibilidad. Desde la perspectiva de Rose conocemos la violencia racista y sexista en las cárceles, el dolor psicológico de las madres estigmatizadas que se ven obligadas a abandonar a sus hijos, y las delicadas estrategias adoptadas para practicar un afecto maternal, incluso en esas condiciones indignas. El esfuerzo por vivir la libertad deseada (y posible) es la base del plan, coordinado por Rose.

Jhonny Salaberg también colaboró con el colectivo Okan, también de São Paulo, escribiendo la dramaturgia de Todas as centenas de dias que estamos aqui –Todos los cientos de días que estamos aquí–, puesta en escena en formato de obra de teatro-película en 2022. La atmósfera insondable, tensa y un tanto misteriosa, articula diversos signos nebulosos para abordar los procesos históricos de la diáspora negra y la colonización moderna, lanzando a los personajes a situaciones enigmáticas que descienden al terror psicológico. En 2021, Salaberg participó en la iniciativa Dramaturgias en Proceso, propuesta por el Teatro de la Universidad de São Paulo (TUSP), en la que se seleccionaron 14 proyectos dramatúrgicos para ser desarrollados en aislamiento social. Espuma fue la creación de Salaberg para este proyecto. Dos recolectores de algodón, Tula y Zé, en una especie de plantation, deciden descubrir lo que existe tras un colosal muro que va creciendo poco a poco. El ambiente es de enclaustramiento; el tiempo y el espacio aprisionan a las dos figuras, por lo que conocer lo que existe más allá de los límites impuestos es una forma urgente de dar un nuevo sentido a la vida y a sus historias. Las repeticiones y variaciones (una dinámica presente en otros textos de su autoría) y, de nuevo, la dimensión fantástica, construyen una dramaturgia que, en algunos momentos, se acerca al absurdo de Beckett. 

Jhonny Salaberg ha ido, poco a poco, construyendo una dramaturgia interesada en poéticamente darle la vuelta a lo real, manteniendo, sin embargo, un fuerte compromiso ético y político en la reconfiguración de las imágenes del mundo.

(Guilherme Diniz)



Jhonny Salaberg es actor y dramaturgo. Cofundador del grupo de teatro negro O Bonde.

En la dramaturgia de Jhonny Salaberg, lo real, lo cotidiano y el hecho histórico son perforados por dimensiones mito-poéticas y simbólicas, haciendo que la realidad concreta se decolore en tiempos, imágenes y espacios impregnados de metáforas. El propio autor identifica en su obra ciertos rasgos de un realismo fantástico o, podríamos decir, de un real maravilloso, en el que el ámbito habitual, ordinario o común, se ve impregnado de percepciones y acontecimientos insólitos e imprevistos. En sus textos, la atrocidad sistemática del racismo y el sexismo, la criminalización de las poblaciones negras y todo lo que supone la esclavización en Brasil no se ven desde un punto de vista determinista, como una tragedia social ineludible. Por el contrario, sus escritos muestran personajes, discursos y visualidades en una constante (y urgente) búsqueda por fabular otra realidad fuera de los marcos discriminatorios y excluyentes. Las creaciones dramatúrgicas de Salaberg no pierden, frente a un mundo racista, sangriento y todavía colonial, la capacidad de hacernos para el futuro, es decir, de imaginar otras relaciones humanas, otros tiempos.

Nacido en la Zona Este, en la periferia de São Paulo, Jhonny Salaberg es dramaturgo, actor y profesor. Además de haber participado en Carcasa de Poéticas Negras, actualmente es miembro fundador de O Bonde, compañía teatral formada en 2017, cuyos fundamentos artísticos se encuentran en las teatralidades negras, en el imaginario de la diáspora afro, en la postura antirracista comprometida y en la experimentación escénica. O Bonde está compuesto por antiguos alumnos negros de la Escola Livre de Teatro. Como actor, también ha colaborado con el colectivo Estopô Balaio y la compañía Clandestina, importantes grupos de teatro de São Paulo. La vida periférica y la fructífera experiencia con los teatros de grupo son otros dos rasgos que se instalan en la dramaturgia de Salaberg. En los últimos años, su obra ha sido referenciada a nivel nacional e internacional.

El joven es autor de la Trilogía de la fuga, compuesta por las obras: Mato cheio –Selva llena–; Buraquinhos ou o vento é inimigo do picumã –Pequeños huecos o el viento es el enemigo del picumã– y Parto pavilhão –Parto pabellón– [nota de traducción: “picumã” significa hollín, telas de araña ennegrecidas por el hollín, pero además la palabra viene de “Pajubá”, una lengua creada durante la Dictadura y con orígenes en el Yoruba y el Nagô, lenguas africanas, cuyo vocabulario reúne apropiaciones lingüísticas realizadas por homosexuales y travestis, y significa pelo, cabello]. En términos generales, las tres obras dramatizan la incesante lucha del pueblo negro por su plena libertad física, psíquica y cultural en un contexto de profunda deshumanización. La huida, aquí, es un gesto inventivo no sólo para sobrevivir, sino para reconstruir el pasado, ampliar las posibilidades de existencia en el presente y diseñar, colectivamente, un porvenir alternativo. En este proceso, la evasión es también una estrategia estética cuya pretensión es esquivarse de las rígidas expectativas sobre lo que puede/debe ser un teatro negro, socavando estereotipos, estigmas e imaginarios sociales. Toda su trilogía está publicada en la colección Dramaturgia de la editorial Cobogó.

El primer texto, Mato cheio –Selva llena–, estrenado en 2017 por el grupo Carcasa de Poéticas Negras tiene, como trasfondo histórico, las fugas de hombres y mujeres esclavizados que, a principios del siglo XIX, se dirigieron hacia los quilombos de Santos, en el litoral del estado de São Paulo. En el camino, cansados y angustiados, se refugiaron en la casa del Sítio da Ressaca –Finca de la Resaca–. Salaberg crea un texto dotado de fuerza imaginaria. Un mismo personaje, tripartito en diferentes visiones, vive la angustia existencial, lidiando con la desesperanza y el miedo a ser capturado; una batalla por afirmar su humanidad anhelante. La dramaturgia, que conjuga temporalidades históricas y míticas, es entrecortada con la realidad contemporánea de los actores negros que evocan sus observaciones, recuerdos y bagaje de vivencias. El mar es el emblema tortuoso de la libertad, un lugar de travesías. En este aspecto, la obra tiene similitudes con un otro breve texto teatral titulado Os negros, escrito en 1905 por Lima Barreto. En esta obra, de tenor simbolista, un grupo de esclavos, tras escapar de la granja donde eran explotados, se enfrenta al enigmático marítimos. Los recuerdos, los miedos y los sueños se mueven con los sonidos y los paisajes del mar. La densa simbología (mar, fuego, Iansã-búfalo, Xangô, tierra, casa, sal, etc.), también presente en Salaberg, encuentra su ápice en el personaje Picita. La legendaria mujer negra, griot, dama de tiempos inmemoriales, no sólo enciende los deseos de los fugitivos, sino que actúa como testigo histórico de las transformaciones sociales y divinas que se avecinan [nota de traducción: 1. Autor de memorables novelas, cuentos y crónicas; periodista polémico, con una destacada presencia en diversos medios de comunicación; y, sin duda, uno de los más destacados escritores brasileños de las primeras décadas del siglo XX, Lima Barreto es considerado uno de los fundadores de la literatura negra o afrobrasileña. Casualmente, el escritor nació en Río de Janeiro el 13 de mayo de 1881, día en el que se celebra supuestamente el fin del período esclavista en Brasil, hijo de João Henriques de Lima Barreto y Amália Augusta Barreto, ambos de ascendencia africana. Su última época estuvo marcada por el dolor, la pobreza, la discriminación racial, el alcoholismo y la locura. 2. Iansán, Iansã u Oyá es una Orixá femenina de las religiones afrobrasileña y afrocubanas. Es el Orixá de los vientos, huracanes y tempestades. En alguno de sus caminos es dueña de la entrada de los cementerios, y tiene dominio sobre los Egunes, que son los espíritus de los muertos. Además de su relación con el cementerio, Iansã favorece la fertilidad, contribuyendo con las tempestades a la fertilidad del suelo. 3. Xangô es el Señor de la Justicia, el Orixá de la Ley. Gobierna los dominios del fuego, expresado en el rayo y en la lava de los volcanes. Su hacha está en las canteras. Se le considera de gran poder, un Orixá justo, por lo tanto, para pedir justicia a Xangô es necesario que la situación sea realmente justa, pues él mirará ambos lados de la situación. Por ello, su instrumento es el Osé, el hacha de dos hojas. Representa el espíritu maduro, un gran líder, que conoce el bien y el mal].

Buraquinhos ou o vento é inimigo do picumã –Pequeños huecos o el viento es el enemigo del picumã– es la segunda obra de la trilogía. El texto, tejido desde mediados de 2016, fue, al año siguiente, premiado en la IV Muestra de Dramaturgia en Pequeños Formatos Escénicos, iniciativa organizada por el Centro Cultural São Paulo. En la obra, un joven negro y periférico es brutalmente abatido por la policía, encarnando una realidad brasileña muy dura, que es el genocidio de la juventud negra. Sin embargo, el niño asustado insiste en vivir. En su huida por la supervivencia, recorre innumerables tiempos y espacios, atravesando mágicamente diferentes paisajes y lugares, resignificando, en estos caminos, su identidad, sus sueños, sus afectos y su propia humanidad en un mundo cruel. La dramaturgia desmonta el crudo realismo de la violencia policial mediante una cascada de imágenes, símbolos e impresiones fuertemente ambiguas y poéticas. De principio a fin hay, en el lenguaje dramático, una tensión entre la brutalidad y la delicadeza, entre la concreción de lo real y las expansiones imaginativas. En esta odisea, el cuerpo negro, aunque lleno de pequeños agujeros sangrientos, no pierde de vista la capacidad de proyectar otros universos. La huida es realmente una travesía creadora. El programa se estrenó en 2018. Es el texto más premiado del autor.

La última parte de la trilogía se cierra con Parto pavilhão –Parto pabellón–, que todavía no fue escenificada. En este texto, el dramaturgo se ocupa de las penurias del encarcelamiento femenino. Este es otro hecho alarmante en la coyuntura brasileña, en la que más del 60% de los presos son negros, reproduciendo, una vez más, patrones racistas de selectividad penal. Seguimos la trayectoria de Rose, una joven madre encarcelada, que narra en fragmentos su vida cotidiana, su historia y, sobre todo, sus astutos planes para poner en práctica una fuga masiva. Parto pavilhão –Parto pabellón– es el texto más discrepante, si lo comparamos con los otros dos. Su lenguaje es más directo, contiene menos arrebatos metafóricos, aunque no carece de sensibilidad. Desde la perspectiva de Rose conocemos la violencia racista y sexista en las cárceles, el dolor psicológico de las madres estigmatizadas que se ven obligadas a abandonar a sus hijos, y las delicadas estrategias adoptadas para practicar un afecto maternal, incluso en esas condiciones indignas. El esfuerzo por vivir la libertad deseada (y posible) es la base del plan, coordinado por Rose.

Jhonny Salaberg también colaboró con el colectivo Okan, también de São Paulo, escribiendo la dramaturgia de Todas as centenas de dias que estamos aqui –Todos los cientos de días que estamos aquí–, puesta en escena en formato de obra de teatro-película en 2022. La atmósfera insondable, tensa y un tanto misteriosa, articula diversos signos nebulosos para abordar los procesos históricos de la diáspora negra y la colonización moderna, lanzando a los personajes a situaciones enigmáticas que descienden al terror psicológico. En 2021, Salaberg participó en la iniciativa Dramaturgias en Proceso, propuesta por el Teatro de la Universidad de São Paulo (TUSP), en la que se seleccionaron 14 proyectos dramatúrgicos para ser desarrollados en aislamiento social. Espuma fue la creación de Salaberg para este proyecto. Dos recolectores de algodón, Tula y Zé, en una especie de plantation, deciden descubrir lo que existe tras un colosal muro que va creciendo poco a poco. El ambiente es de enclaustramiento; el tiempo y el espacio aprisionan a las dos figuras, por lo que conocer lo que existe más allá de los límites impuestos es una forma urgente de dar un nuevo sentido a la vida y a sus historias. Las repeticiones y variaciones (una dinámica presente en otros textos de su autoría) y, de nuevo, la dimensión fantástica, construyen una dramaturgia que, en algunos momentos, se acerca al absurdo de Beckett. 

Jhonny Salaberg ha ido, poco a poco, construyendo una dramaturgia interesada en poéticamente darle la vuelta a lo real, manteniendo, sin embargo, un fuerte compromiso ético y político en la reconfiguración de las imágenes del mundo.

(Guilherme Diniz)



6. PAVILLÓN

Rose teje su gorro de lana.

Rose: Doña Gloria se ha ido, la fiesta de cumpleaños del mes ha terminado y yo tengo las llaves de la puerta. Necesito seguir lo que habíamos acordado. Atravieso el gélido pabellón, el frío llegó con las horas. Me dirijo a mi celda tratando de mantener mi corazón tranquilo dentro de mi pecho. Recuerdo a mi hijo arrastrándose sobre el dibujo de la bandera de Brasil ya desgastado en el suelo del patio y sonrío ante las columnas. A veces pienso que estoy loca, o al menos que me estoy quedando a plazos, en años. Llego a la celda y Fátima alimenta a su bebé tumbada en la cama con el pecho izquierdo asomando. A su lado, una bolsa de canastilla azul repleta de pañales, manta y ropa de los dos. No digo nada. Me subo a la litera, saco con cuidado las llaves del interior del gorro y sigo tejiendo. Fátima canta una nana y yo coreografío mis manos con cada pliegue de la melodía, punto por punto, tejiendo las vueltas del gorro de lana. Termino el trabajo y me aferro a la gorra en el pecho. Me duermo como un plantador de caña de azúcar que duerme encima de la caña. Sueño con mis ombligos libres, ligeros y sueltos en un campo verde, lleno de grandes árboles. Teléfonos de colores que cuelgan de los árboles suenan sin parar, corro e intento contestar a todos los que puedo. Son muchos: grandes, pequeños, gordos y delgados. Siento un enorme amor por todos ellos, mis ombligos y los teléfonos. La última vez que vi mis ombligos, eran muy pequeños, casi como semillas, frijoles, hilos de pelo. Ahora son grandes, pero no puedo ver los ojos, la boca, la nariz, la oreja de ninguno. Hay una gran nube incrustada en sus rostros. Pero los quiero de todos modos, sin el ADN-espejo de la función materna de la que fui empleada. Los teléfonos no dejan de sonar y corro a contestarlos. Cuando por fin consigo responder a uno de ellos, me despierto con Fátima golpeando el somier de mi cama en la parte inferior de la litera. Miro hacia abajo y ella me mira con tal seguridad en el fondo de sus ojos que siento que ha entrado dentro de mí. ¡Ha llegado el momento! Le entrego la gorra con el manojo de llaves dentro y la veo cruzar la celda lentamente con el bebé en un brazo y la bolsa en el otro. Fátima me mira y aprieta los ojos, recordándome lo acordado. Son más de las nueve y en el pabellón reina un silencio ensordecedor. El partido ha dado un giro y los equipos están empatados. Todos los guardias del pabellón están en sus rincones, escuchando el partido por la radio con auriculares. ¡La tensión está en el aire! Pero lo acordado se mantiene firme y fuerte. En el fondo, oculto a los ojos y los oídos, en códigos escritos en pañales y biberones, todas las madres saben que Fátima se va hoy. Todas hacen el mínimo de silencio para que todo salga como se ha planeado. Todas las madres acuestan a sus bebés a la misma hora para que se despiertan a tiempo. Todo está planificado al detalle. Tumbada en la cama, miro al techo con aprensión, procurando no quedarme dormida ni dejar que mis pensamientos me jueguen una mala pasada. Necesito oír el clic de las llaves de la puerta trasera, ¡es la señal de la noche! Mientras tanto, intento recordar las cosas que me hacen feliz, como las llamadas telefónicas de 15 minutos que hago a mis hijos cada semana. He visto crecer a mis hijos con el teléfono. Bueno no es que vi, sino que los oí. De las existencias, ahora sólo conozco la voz. Me ocupo de mis hijos por teléfono. Oigo cómo se estiran sus sonoras piernas y cómo emerge su libertad. Escuché la risa del niño a los dos años, el abecedario de la niña a los cuatro y la gripe de los dos la pasada Navidad. Pero fue el mes pasado cuando escuché la profusión con las sílabas al decir “saudade”, “te extraño”. Sentí que el tiempo pesaba en mis oídos. “La saudade sólo existe aquí, ¿verdad, mamá? Sólo nosotros tenemos saudade y nadie más”, dijo Julia al comentar su deber de casa, enseñándome que la palabra “saudade” sólo existe en portugués. Pero la saudade también existe en mi corazón, la lengua extranjera del pabellón. Mis hijos se fueron sin fecha, y yo aquí con fecha puesta y encarcelada. Cada semana espero ansiosamente mis quince minutos al teléfono para ir al parque, al colegio, a casa de la abuela materna y paterna. Pegada al teléfono, también me ocupo de nuestra casa, hago la comida, les doy baño y ayudo con los deberes. ¡Todo en quince minutos! Puede parecer poco, pero aquí dentro es mucho. Si un día me voy de aquí, me llevaré el teléfono conmigo.

(Fragmento de Parto pavilhão –Parto pabellón–)