Daniel Veiga es un hombre trans y negro, actor, guionista, dramaturgo y director de teatro. Su formación en dramaturgia se ha desarrollado en una trayectoria por el Núcleo de Dramaturgia del SESI de São Paulo (en 2019), el curso de Dramaturgia de SP Escuela de Teatro (2016) y el Núcleo de Dramaturgia Escuela Libre de Teatro de Santo André (2016). También realizó el curso de formación en la Escola Roteiraria.
Trabaja además en el ámbito de la docencia. En 2019 y 2020 fue artista invitado en el curso de Dramaturgia de SP Escuela de Teatro. En 2018 actuó con talleres en el curso El actor creativo y la dramaturgia queer en el Servicio Social del Comercio (Sesc) Ipiranga. En este sentido, pretende ampliar la construcción de personajes LGBTQIA+, planteando una mayor complejidad a la representación de estas personas. Fundó, junto con Léo Moreira Sá, el Colectivo de Actores Transmasculinos (CATS), cuyo objetivo es dar visibilidad, debatir la necesidad de representación en las artes y construir una red de apoyo entre los artistas transmasculines.
Mantiene una fuerte actuación en el audiovisual como actor y guionista. Como actor, ganó el Kikito en el Festival de Cine de Gramado y el Araibu en el Festival de Cine de Jaguaribe. Como guionista, firmó un guion para la Ocupación Lima Duarte en Itaú Cultural; el PROAC para el desarrollo de guiones; el Premio Nuevos Guiones de la Organización de Estados Iberoamericanos. ¡Actualmente, está escribiendo el cortometraje Uma paixão no deserto –Una pasión en el desierto–, inspirado en un cuento de Balzac, en el desarrollo del prototipo de la serie Éxtasis, de Leo Moreira Sá, además de estar en la sala de guiones de la serie de televisión DIVA!
Como dramaturgo, es autor de los siguientes textos: A Estrangeira –La extranjera– (2021); Nossos olhos –Nuestros ojos– (2021); CAMILO (2019); Antes dos deuses –Antes de los dioses– (2018); Terra quebrada –Tierra rota– (2016); Ángela boneca –Angela muñeca– (2015); Da mais bela que tive –De la más bella que he tenido– (2014); Trinta de julho –Treinta de julio– (2010).
Su trayectoria en el arte comenzó con el grupo DITHYRAMBOS, que estuvo activo en la ciudad de São Paulo durante siete años. La importancia de la compañía en la dramaturgia de Daniel se produce principalmente a través de la práctica. El colectivo era un laboratorio de escritura en el ámbito de la colaboración, la creación tenía lugar en la sala de ensayos. Por otra parte, la actuación en el grupo como director también dio contornos a la escritura del dramaturgo, ya que el trabajo con el texto también aportó algunas proyecciones de la puesta en escena, que reverberan hasta hoy en sus obras. Daniel explica: “Esta necesidad de hacerlo todo es, obviamente, lo que me enseña a escribir dramaturgia. Porque la dramaturgia se escribe sobre todo para la escena. Si la gente me pregunta hoy qué es la dramaturgia, mi respuesta más sencilla es ésta. La dramaturgia es escribir para el escenario, es escribir para un grupo de actores o intérpretes. Es escribir para la iluminación del escenario o para un espacio escénico, para el vestuario del espacio escénico, para la música del espacio escénico. Para eso está. Si no conozco, si no sé de puesta en escena, no es que no pueda escribir dramaturgia. Puedo, pero saber es la mitad del camino”.
Cuando se le pregunta por el tema que persigue en sus creaciones, Daniel cree que todas sus obras son una especie de continuidad. El encarcelamiento es una condición que está presente en todas sus dramaturgias, pero de diferentes maneras. Revela que este icono es una metáfora de buena parte de su experiencia antes del proceso de transición. Dice: “Es el encarcelamiento, en todas sus formas. Es el encarcelamiento en la mente de Ana y Eva [en Ante los Dioses], es el encarcelamiento de Camilo frente a ese muro en contrapunto con Antonia [en CAMILO]. Es el encarcelamiento de Leticia dentro de la casa [en Tierra de Sangre]. Pero, sin duda, la búsqueda de la identidad forma parte de este proceso, porque es mi cuestión principal. Soy un hombre trans. Durante mucho tiempo de mi vida no tuve identidad. Tenía una identidad que se me echaba encima. O bien me lo echó mi familia cuando nací, o me lo echaron mis genitales o me lo echó el Estado, me lo echó la religión. Todo el mundo me ha tirado siempre cosas y siempre he vivido encarcelado”.
Por otro lado, una característica llamativa de la escritura de Daniel son los personajes femeninos. A excepción de Camilo, todas las dramaturgias tienen mujeres como protagonistas. Esto parece ser un síntoma de su experiencia antes de la transición y también una profunda reflexión para la construcción de masculinidades desde otros parámetros que los impuestos por el machismo. “Treinta y cuatro años de mi vida fui socializado como mujer. Tenía los mismos miedos que tienen las mujeres, de caminar por la calle de noche con la mirada en la espalda, de sufrir prejuicios porque no creían en mis potencias, en mis capacidades, de ser comparado todo el tiempo. Esta vivencia es mía. Nadie se lo va a quitar. Ninguna feminista podrá decirme: 'Tú no sabes lo que es esto', especialmente las radicales, que invalidan las identidades trans. Nadie podrá decir que no sé cómo es, que soy esencialmente una mujer. No, yo soy un hombre que ha vivido, experimentado la feminidad durante 34 años, y lo uso en mi beneficio, lo uso para intentar ser un hombre menos tóxico, para ser un hombre menos misógino, para servirme lo menos posible del patriarcado, pero entendiendo que soy un hombre”.
La complejidad de lo que nos explica Daniel se desborda en las situaciones y personajes que compone. Sus obras no tratan de temas cotidianos ni de las inquietudes comunes de los seres humanos. Hay algo extraordinario que late en sus obras. Para crear estas situaciones singulares, suele recurrir a hechos históricos que apuntan a la complejidad de la historia de nuestra humanidad: la inquisición, la dictadura militar brasileña, el cangaço en el Nordeste, la situación de los refugiados de Siria son algunos ejemplos [nota de traducción: el “cangaço” fue un movimiento social que se produjo en el Nordeste del país en los siglos XIX y XX. En ella, los “cangaceiros” mostraron su descontento con las condiciones precarias en las que se encontraba la mayoría de la población del Nordeste, ya que el poder se concentraba en manos de los agricultores, dueños de grandes extensiones de tierra. Eran grupos de nómadas armados que vivían en pandillas, en un movimiento directamente relacionado con la disputa por la tierra, el mando y desmando de los dueños de tierra, la venganza, la revuelta ante la situación de miseria, el abandono de los poderes públicos. Los cangaceiros aterrorizaban las ciudades, realizando robos, extorsionando a la población, secuestrando a personajes importantes, así como saqueando fincas]. El interés histórico de Daniel revela un profundo proceso de investigación para no caer en superficialidades en la construcción de sus dramaturgias, y con ello, los personajes se muestran en particularidades subjetivas extremadamente potentes.
(Lígia Souza Oliveira)