cidinha da silva

São Paulo - SP

Fragmento Teatral

Escena 12: Relato de Audre / Salón

Texto: Adriana Paixão

¿Sabes cuántas veces he pensado en morir?

Cuando el vacío se apoderó de mí, me quedé en el abismo.

Incluso me repetía a mí misma quién era: soy Audre... Soy Audre, Audre...

Siempre me vi como un árbol, un Jequitibá Rey. Cuanto más aterrada, más alto yo crecía. Creo que me veía así porque mi madre decía que desde pequeña era yo la que cuidaba de ella, y parecía que yo era la madre y ella la hija. Arraigadas.

Me encantaba quedarme en casa cuando mi abuela vivía. Me sentaba entre sus piernas, escuchando las historias del pasado, mientras ella me trenzaba el pelo.

A veces caían algunas gotas de lágrimas y me daba cuenta de que lloraba porque recordaba sus amores perdidos. Al final, siempre decía: “Ningún hombre es bueno, hija mía. Y las mujeres negras lo sabemos cómo nadie”.

También iba a la samba con mi madre los domingos. Era hermoso cómo bailaba. Ella bebía, bebía, bebía, y desataba a reírse. Se reía tanto que lloraba. Ella lloraba hablando de mi padre y de cómo sufrió cuidándome sola. Luego volvía a la samba, como si en este baile fuera posible olvidarse de todo. Reía, reía, lloraba, volvía a sambar, olvidaba, recordaba... Y cuando regresaba de la fiesta, decía que no era de las que hablaban del pasado.

Ahora, me sorprendo aquí hablando de historias del pasado. (Risas.) Del abismo. Del abandono. De las marcas en el cuerpo. De la realidad de un pasado sin mucha suerte en el amor. Las historias de no poder amar. Yo, mi abuela, mi madre, las mujeres de esta casa. Cuando experimenté eso, fue cuando entendí...

Era un tipo bien resuelto, que nunca salía a ninguna fiesta sin estar acompañado.

El jueguito era así: me decía que estaba pegado a mí y yo me reía.

Me rodeó toda la noche y me reí. Bailamos mucho. Mucha samba. Nos besamos. Y me reí, me reí, perdí el ritmo de la samba, el ritmo cambió.

Pero llegó un momento en que ya no podía tragarme esa pequeña vida de seducción. ¡¿Diciendo que me amaba mientras se acostaba con las otras?! ¡¿Engañándome con toda la ciudad?! Me entregaba a esa pasión y exigía una elección, porque nada de eso me hacía bien. Me gustaba mucho. Y él, para terminar, dijo que lo que de bueno conseguía conmigo lo conseguía con las demás con la boca cerrada.

Y me callé para no gritar por el dolor que sentía.

En poco tiempo, mi árbol de Jequitibá se estropeó. Me enfermé, luego vinieron las manchas, los nudos, los nódulos. Y aun así tuve que escuchar:

–El dolor del amor no mata. Encuentra otro.

TIEMPO.

Las historias del pasado y del presente se unen en una herencia

marcado por el dolor.

¿Cómo curar este vacío?

(Fragmento de Sangoma: Saúde às mulheres negras –Sangoma: Salud a las mujeres negras–)


Cidinha da Silva es escritora, curadora y fundadora del Instituto Kuanza.

Apresentação Critica

Incluso antes de dedicarse a la dramaturgia, la trayectoria literaria de Cidinha da Silva se proyectó por su carácter a la vez abundante y diversificado. A lo largo de su carrera, la autora ya había transitado por diferentes géneros, como la crónica, el cuento, el ensayo y la novela, incluyendo obras dedicadas al universo infantojuvenil. Nacida el 20 de mayo de 1967 en Belo Horizonte, Minas Gerais, su historia también está atravesada por su militancia antirracista, especialmente en São Paulo, donde no sólo coordinó el Programa de Educación de Géledes, Instituto de la Mujer Negra, sino que presidió la institución. En este contexto, como investigadora comprometida políticamente, Cidinha organizó la publicación de obras fundamentales para la reflexión sobre las relaciones etno-raciales, el racismo brasileño y las políticas de acción afirmativa. Desde su primer libro, Cada tridente em seu lugar e outras crônicas –Cada tridente en su sitio y otras crónicas–, publicado en 2006, es posible ver en la literatura de Cidinha da Silva algunos elementos y problemas centrales, como la discriminación racial y la desigualdad socioeconómica que sufren las personas negras en Brasil; el protagonismo político de las mujeres negras frente a una realidad sexista y racista; la africanidad reinventada por los diversos sistemas culturales afrobrasileños; la cultura y el saber que adviene de los orixás, en su dimensión cosmogónica y filosófica; así como las tensiones y alegrías presentes en las relaciones afectivas, en su amplia diversidad. 

La literatura dramática de la autora parece nacer siempre, en gran medida, en la sala de ensayos, en un diálogo en directo con el reparto, sus cuerpos, exigencias y contextos de enunciación. En la estructura de todas las obras de Cidinha da Silva es evidente la participación activa de los colectivos con los que la autora colabora, de modo que su dramaturgia incorpora testimonios, textos y canciones desarrollados durante los procesos de creación. Una dramaturgia polifónica, contaminada por el juego escénico y sus diversas voces. Especialmente en los dos primeros textos, la palabra está flanqueada por imágenes, inscripciones y proyecciones en el escenario, construyendo una intermodalidad por excelencia multisensorial. 

En 2013, su primer texto escenificado, Sangoma: Saúde às mulheres negras –Sangoma: Salud a las mujeres negras–, fue escrito en colaboración con Capulanas Compañía de Arte Negra. La obra se enfrenta a los efectos psicosociales destructivos del racismo en la vida de las mujeres negras, heridas por la dominación de género y la violencia racial. La dramaturgia crea una atmósfera ritualista que pretende reelaborar los traumas y el dolor histórico, desestabilizando las barreras del silenciamiento. La configuración ritual reúne elementos textuales, sonoros-visuales y performativos que evocan los saberes culturales africanos y la diáspora africana, conjugando dimensiones mitológicas y cotidianas para abordar heridas que son a la vez colectivas y singulares. El público es provocado, interpelado e exhortado a participar en un ambiente teñido de sagrado, materializando un proceso simbólico y colectivo de curación, de restauración de la salud de estas mujeres y, por extensión, de toda la comunidad.  

La dramaturgia de su segundo texto escenificado se tejió con la compañía Os Crespos, también de São Paulo. Engravidei, pari cavalos e aprendi a voar sem asas –Me quedé embarazada, parí caballos y aprendí a volar sin alas–, estrenada en noviembre de 2013, pone, una vez más, las subjetividades de las mujeres negras en el centro del discurso dramatúrgico. La violenta realidad brasileña, estructurada por el racismo y el machismo, los dolores históricos y el abandono emocional se enfrentan a través de los ojos de seis mujeres que, entre relatos, recuerdos y desahogos, denuncian la brutalidad de un mundo colonial y reconstruyen afectivamente sus identidades. El carácter narrativo, elíptico y fragmentario de esta dramaturgia articula varios testimonios que formaron parte de la investigación para el espectáculo. La maternidad negra, la hipersexualización de sus cuerpos y las relaciones interraciales son algunos de los grandes dilemas que se analizan en el escenario. Al igual que en Sangoma, Cidinha da Silva, junto a otras tantas mujeres negras, nos invita a pensar en el significado del amor en vidas simbólica y físicamente desgarradas. Una noción de amor en la dirección propuesta por bell hooks, como una práctica sustentada en la responsabilidad y el compromiso, una acción transformadora que no se desarrolla sin ética y justicia.

Los coloridos, obra estrenada en 2015, repite la colaboración con la compañía Os Crespos. Esta vez, la autora lanza su mirada poética sobre la infancia, construyendo un texto delicado y provocador, que no sólo desestabiliza los imaginarios y los comportamientos discriminatorios, sino que reflexiona sobre la belleza presente en las diferentes formas de ser y estar en el mundo. El diseño dramatúrgico agrega principios de la fábula, la narración de historias y las mitologías africanas para construir un agitado encuentro entre tres guacamayos de distintas tonalidades (azul, amarillo y rojo) que, de forma divertida e irónica, hablan de la importancia de sus respectivos colores. Entre diálogos y canciones, el texto nos permite reconocer el encanto que existe cuando respetamos efectivamente los multicolores que existen en el mundo.  

La preocupación de la escritora por el público infantojuvenil dialoga con otras iniciativas que pretenden, sin sesgo moralista, fortalecer la autoestima de los niños y adolescentes negros, proponiendo, pedagógica y lúdicamente, una ficción humanizada de los pueblos y culturas africanas y afrobrasileñas. En los últimos años se pueden observar dramaturgias que hacen hincapié en este pensamiento y práctica, como O pequeno príncipe preto –El principito negro–, de Rodrigo França (Río de Janeiro); Sarauzinho da Calu –El pequeño sarao de Calu–, de Cássia Valle (Bahía), puesta en escena por el Bando de Teatro Olodum (que ya había producido Áfricas en 2007, una obra también dirigida a los niños); Quando eu morrer, vou contar tudo a Deus –Cuando me muera, se lo contaré todo a Dios–, de Maria Shu (São Paulo), puesta en escena por el colectivo O Bonde; O sonho com Oxum –El sueño con Oxum–, de Caroline Falero (São Paulo); Abena, de Djalma Ramalho (Belo Horizonte), puesta en escena por la compañía Bando; y Xabisa, de Michelle Sá (Belo Horizonte) y Alexandre de Sena (Belo Horizonte). 

La dramaturgia de Cidinha da Silva fue puesta en escena por dos destacados grupos de teatro (Os Crespos y Capulanas Compañía de Arte Negra) que, en la ciudad de São Paulo, han desafiado las hegemonías en el ámbito cultural, las exclusiones y la marginación de las artes escénicas afrobrasileñas. Estos dos grupos, cada uno a su manera, llevan años investigando lenguajes y procedimientos escénicos que sitúan la perspectiva de la diáspora negra como base estética de sus trabajos. Por lo tanto, la dramaturgia de Cidinha está en el centro de las tensiones artístico-políticas, cuyas reverberaciones pretenden denunciar el racismo y establecer las bases de otra ética y estética teatral en la contemporaneidad. Sus obras fueron publicadas en 2020 por la Serie Editorial Aquilombô de Belo Horizonte.

(Guilherme Diniz)


Cidinha da Silva es escritora, curadora y fundadora del Instituto Kuanza.

Incluso antes de dedicarse a la dramaturgia, la trayectoria literaria de Cidinha da Silva se proyectó por su carácter a la vez abundante y diversificado. A lo largo de su carrera, la autora ya había transitado por diferentes géneros, como la crónica, el cuento, el ensayo y la novela, incluyendo obras dedicadas al universo infantojuvenil. Nacida el 20 de mayo de 1967 en Belo Horizonte, Minas Gerais, su historia también está atravesada por su militancia antirracista, especialmente en São Paulo, donde no sólo coordinó el Programa de Educación de Géledes, Instituto de la Mujer Negra, sino que presidió la institución. En este contexto, como investigadora comprometida políticamente, Cidinha organizó la publicación de obras fundamentales para la reflexión sobre las relaciones etno-raciales, el racismo brasileño y las políticas de acción afirmativa. Desde su primer libro, Cada tridente em seu lugar e outras crônicas –Cada tridente en su sitio y otras crónicas–, publicado en 2006, es posible ver en la literatura de Cidinha da Silva algunos elementos y problemas centrales, como la discriminación racial y la desigualdad socioeconómica que sufren las personas negras en Brasil; el protagonismo político de las mujeres negras frente a una realidad sexista y racista; la africanidad reinventada por los diversos sistemas culturales afrobrasileños; la cultura y el saber que adviene de los orixás, en su dimensión cosmogónica y filosófica; así como las tensiones y alegrías presentes en las relaciones afectivas, en su amplia diversidad. 

La literatura dramática de la autora parece nacer siempre, en gran medida, en la sala de ensayos, en un diálogo en directo con el reparto, sus cuerpos, exigencias y contextos de enunciación. En la estructura de todas las obras de Cidinha da Silva es evidente la participación activa de los colectivos con los que la autora colabora, de modo que su dramaturgia incorpora testimonios, textos y canciones desarrollados durante los procesos de creación. Una dramaturgia polifónica, contaminada por el juego escénico y sus diversas voces. Especialmente en los dos primeros textos, la palabra está flanqueada por imágenes, inscripciones y proyecciones en el escenario, construyendo una intermodalidad por excelencia multisensorial. 

En 2013, su primer texto escenificado, Sangoma: Saúde às mulheres negras –Sangoma: Salud a las mujeres negras–, fue escrito en colaboración con Capulanas Compañía de Arte Negra. La obra se enfrenta a los efectos psicosociales destructivos del racismo en la vida de las mujeres negras, heridas por la dominación de género y la violencia racial. La dramaturgia crea una atmósfera ritualista que pretende reelaborar los traumas y el dolor histórico, desestabilizando las barreras del silenciamiento. La configuración ritual reúne elementos textuales, sonoros-visuales y performativos que evocan los saberes culturales africanos y la diáspora africana, conjugando dimensiones mitológicas y cotidianas para abordar heridas que son a la vez colectivas y singulares. El público es provocado, interpelado e exhortado a participar en un ambiente teñido de sagrado, materializando un proceso simbólico y colectivo de curación, de restauración de la salud de estas mujeres y, por extensión, de toda la comunidad.  

La dramaturgia de su segundo texto escenificado se tejió con la compañía Os Crespos, también de São Paulo. Engravidei, pari cavalos e aprendi a voar sem asas –Me quedé embarazada, parí caballos y aprendí a volar sin alas–, estrenada en noviembre de 2013, pone, una vez más, las subjetividades de las mujeres negras en el centro del discurso dramatúrgico. La violenta realidad brasileña, estructurada por el racismo y el machismo, los dolores históricos y el abandono emocional se enfrentan a través de los ojos de seis mujeres que, entre relatos, recuerdos y desahogos, denuncian la brutalidad de un mundo colonial y reconstruyen afectivamente sus identidades. El carácter narrativo, elíptico y fragmentario de esta dramaturgia articula varios testimonios que formaron parte de la investigación para el espectáculo. La maternidad negra, la hipersexualización de sus cuerpos y las relaciones interraciales son algunos de los grandes dilemas que se analizan en el escenario. Al igual que en Sangoma, Cidinha da Silva, junto a otras tantas mujeres negras, nos invita a pensar en el significado del amor en vidas simbólica y físicamente desgarradas. Una noción de amor en la dirección propuesta por bell hooks, como una práctica sustentada en la responsabilidad y el compromiso, una acción transformadora que no se desarrolla sin ética y justicia.

Los coloridos, obra estrenada en 2015, repite la colaboración con la compañía Os Crespos. Esta vez, la autora lanza su mirada poética sobre la infancia, construyendo un texto delicado y provocador, que no sólo desestabiliza los imaginarios y los comportamientos discriminatorios, sino que reflexiona sobre la belleza presente en las diferentes formas de ser y estar en el mundo. El diseño dramatúrgico agrega principios de la fábula, la narración de historias y las mitologías africanas para construir un agitado encuentro entre tres guacamayos de distintas tonalidades (azul, amarillo y rojo) que, de forma divertida e irónica, hablan de la importancia de sus respectivos colores. Entre diálogos y canciones, el texto nos permite reconocer el encanto que existe cuando respetamos efectivamente los multicolores que existen en el mundo.  

La preocupación de la escritora por el público infantojuvenil dialoga con otras iniciativas que pretenden, sin sesgo moralista, fortalecer la autoestima de los niños y adolescentes negros, proponiendo, pedagógica y lúdicamente, una ficción humanizada de los pueblos y culturas africanas y afrobrasileñas. En los últimos años se pueden observar dramaturgias que hacen hincapié en este pensamiento y práctica, como O pequeno príncipe preto –El principito negro–, de Rodrigo França (Río de Janeiro); Sarauzinho da Calu –El pequeño sarao de Calu–, de Cássia Valle (Bahía), puesta en escena por el Bando de Teatro Olodum (que ya había producido Áfricas en 2007, una obra también dirigida a los niños); Quando eu morrer, vou contar tudo a Deus –Cuando me muera, se lo contaré todo a Dios–, de Maria Shu (São Paulo), puesta en escena por el colectivo O Bonde; O sonho com Oxum –El sueño con Oxum–, de Caroline Falero (São Paulo); Abena, de Djalma Ramalho (Belo Horizonte), puesta en escena por la compañía Bando; y Xabisa, de Michelle Sá (Belo Horizonte) y Alexandre de Sena (Belo Horizonte). 

La dramaturgia de Cidinha da Silva fue puesta en escena por dos destacados grupos de teatro (Os Crespos y Capulanas Compañía de Arte Negra) que, en la ciudad de São Paulo, han desafiado las hegemonías en el ámbito cultural, las exclusiones y la marginación de las artes escénicas afrobrasileñas. Estos dos grupos, cada uno a su manera, llevan años investigando lenguajes y procedimientos escénicos que sitúan la perspectiva de la diáspora negra como base estética de sus trabajos. Por lo tanto, la dramaturgia de Cidinha está en el centro de las tensiones artístico-políticas, cuyas reverberaciones pretenden denunciar el racismo y establecer las bases de otra ética y estética teatral en la contemporaneidad. Sus obras fueron publicadas en 2020 por la Serie Editorial Aquilombô de Belo Horizonte.

(Guilherme Diniz)


Escena 12: Relato de Audre / Salón

Texto: Adriana Paixão

¿Sabes cuántas veces he pensado en morir?

Cuando el vacío se apoderó de mí, me quedé en el abismo.

Incluso me repetía a mí misma quién era: soy Audre... Soy Audre, Audre...

Siempre me vi como un árbol, un Jequitibá Rey. Cuanto más aterrada, más alto yo crecía. Creo que me veía así porque mi madre decía que desde pequeña era yo la que cuidaba de ella, y parecía que yo era la madre y ella la hija. Arraigadas.

Me encantaba quedarme en casa cuando mi abuela vivía. Me sentaba entre sus piernas, escuchando las historias del pasado, mientras ella me trenzaba el pelo.

A veces caían algunas gotas de lágrimas y me daba cuenta de que lloraba porque recordaba sus amores perdidos. Al final, siempre decía: “Ningún hombre es bueno, hija mía. Y las mujeres negras lo sabemos cómo nadie”.

También iba a la samba con mi madre los domingos. Era hermoso cómo bailaba. Ella bebía, bebía, bebía, y desataba a reírse. Se reía tanto que lloraba. Ella lloraba hablando de mi padre y de cómo sufrió cuidándome sola. Luego volvía a la samba, como si en este baile fuera posible olvidarse de todo. Reía, reía, lloraba, volvía a sambar, olvidaba, recordaba... Y cuando regresaba de la fiesta, decía que no era de las que hablaban del pasado.

Ahora, me sorprendo aquí hablando de historias del pasado. (Risas.) Del abismo. Del abandono. De las marcas en el cuerpo. De la realidad de un pasado sin mucha suerte en el amor. Las historias de no poder amar. Yo, mi abuela, mi madre, las mujeres de esta casa. Cuando experimenté eso, fue cuando entendí...

Era un tipo bien resuelto, que nunca salía a ninguna fiesta sin estar acompañado.

El jueguito era así: me decía que estaba pegado a mí y yo me reía.

Me rodeó toda la noche y me reí. Bailamos mucho. Mucha samba. Nos besamos. Y me reí, me reí, perdí el ritmo de la samba, el ritmo cambió.

Pero llegó un momento en que ya no podía tragarme esa pequeña vida de seducción. ¡¿Diciendo que me amaba mientras se acostaba con las otras?! ¡¿Engañándome con toda la ciudad?! Me entregaba a esa pasión y exigía una elección, porque nada de eso me hacía bien. Me gustaba mucho. Y él, para terminar, dijo que lo que de bueno conseguía conmigo lo conseguía con las demás con la boca cerrada.

Y me callé para no gritar por el dolor que sentía.

En poco tiempo, mi árbol de Jequitibá se estropeó. Me enfermé, luego vinieron las manchas, los nudos, los nódulos. Y aun así tuve que escuchar:

–El dolor del amor no mata. Encuentra otro.

TIEMPO.

Las historias del pasado y del presente se unen en una herencia

marcado por el dolor.

¿Cómo curar este vacío?

(Fragmento de Sangoma: Saúde às mulheres negras –Sangoma: Salud a las mujeres negras–)