Panorámicamente, la dramaturgia de Anderson Feliciano es intersticial por excelencia. Sus personajes/personas, experiencias y reflexiones señalan tanto a micro dimensiones internas e íntimas como a hechos, pensamientos y paisajes colectivos e histórico-sociales. Aunque en varios escritos las criaturas parecen solitarias, siempre hay un interés radical por el otro, un deseo de arriesgar relaciones y diálogos inesperados, capaces de hacer temblar las certezas, materializando un esfuerzo por implicarse en la presencia de una otredad. En este sentido, su obra, fuertemente atravesada por la fragmentación y la performatividad, pretende dibujar imaginarios inestables y porosos, especialmente sobre el ser y el estar negro en el mundo. Gran parte de sus escritos no tienen indicios espacio-temporales. Las criaturas parecen estar sueltas en un mundo indistinto, que se crea a partir de sus propias voces, movimientos y pulsaciones. Elementos como los diálogos, los silencios, las narraciones, las prosas, los versos, las fotografías y las proyecciones se enredan en el tejido de sus textos que, a su vez, reclaman la presencia escénica. La corporeidad y la textualidad se yuxtaponen.
Anderson Feliciano es performer, profesor e investigador teatral. Es estudiante de maestría en Dramaturgia en la Universidad Nacional de las Artes, Buenos Aires, y postgraduado en Estudios Africanos y Afrobrasileños por la Pontificia Universidad Católica de Minas Gerais. Es curador del proyecto Polifónica Negra (Belo Horizonte), iniciativa idealizada con la productora Aline Vila Real, en 2013, que tiene como objetivo proponer diálogos y reflexiones para pensar las estéticas negras en la contemporaneidad, además de haber sido ya asistente de curaduría en el Festival Internacional de Teatro de Belo Horizonte, en 2018. Integra el equipo del proyecto segundaPRETA, también en Belo Horizonte, uno de los espacios de fruición, pensamiento y experimentación más contundentes en el campo de las teatralidades negras del país. La actuación internacional de Feliciano es cada vez más intensa. Además de haber sido traducido al español, al inglés y al italiano, el joven coordina el Laboratorio de Experimentos Performativos de Buenos Aires, ha compuesto textos teatrales para compañías de Brasil, Chile, Argentina, Colombia, Ecuador e Italia y, como performer, ha participado en diversos festivales latinoamericanos y europeos. Su dramaturgia también está formada por travesías geográficas y lingüísticas que constituyen su acervo imaginario-cultural.
Los primeros textos en los que se manifiestan ya algunos aspectos expresivos de su poética errante datan de 2010. Pequenas histórias de trocas de pernas, pele e olhos nos seus arroubos e arredores –Historias breves de intercambios de piernas, pieles y ojos en sus arrebatos y alrededores–, escrita con el investigador y crítico Mário Rosa (Belo Horizonte), ganó, en 2011, el premio de estímulo a nuevos dramaturgos promovido por el Clube de Lectura en la ciudad de Belo Horizonte. En este texto, un encuentro fortuito cambia la vida de dos chicos, en una aproximación accidental que lleva a Luiz y Joan a revisar sus paradigmas, compartiendo inquietudes y anhelos. “Negar las rutas establecidas”, dice uno de ellos, señalando la inestabilidad necesaria para no ceder al desencanto del mundo. En este texto, la idea de fragilidad, tan sustancial para Anderson, emerge ya tímidamente para perfilar una relación en la que ambas partes se permiten correr riesgos, afectándose recíprocamente. En Antes que acontecer muita coisa pode acontecer –Antes de que ocurra pueden ocurrir muchas cosas–, seleccionada en 2011 para una lectura dramática en el concurso promovido por el proyecto Negro Olhar (Río de Janeiro) y leída en el proyecto Janela de Dramaturgia (Belo Horizonte) en 2015, el autor recurre a su universo familiar. Aquí se reinventa la historia de su tía travesti. La subjetividad, los deseos y los malestares de esta figura son desvelados por un monólogo centrado en sus recuerdos. Navegando por diversos estados emocionales, el intrincado personaje rechaza los estereotipos racistas y transfóbicos que se le intentan imponer. La familia es un elemento muy recurrente en las obras de Anderson. El dramaturgo no lo ve como un determinismo biológico, sino como redes de afecto, entre lo que permanece y lo que se desvanece, lo que es marcado y lo que es borrado.
Los textos Na espera –A la espera–, obra de 2011 y la primera de su autoría presentada en el extranjero, e In Sã: o universo do Rosário em nós –In San: el universo del Rosário en nosotros–, escrito y concebido junto con el actor Evandro Nunes (Belo Horizonte), en 2012, también nos ofrecen insumos que nos instigan a aprehender sus caminos creativos. En la primera obra, vemos a una persona solitaria que espera a alguien que nunca está disponible. El otro es un Godot que nunca llega. En esta experiencia abismal, el gran dilema es el tiempo. En pocas páginas, Anderson elabora una temporalidad dilatada que no se ajusta al reloj. Estos juegos temporales también reaparecerán en muchas otras creaciones. In Sã, por ejemplo, los ensueños del mago-artista Arthur Bispo do Rosário son el núcleo de la dramaturgia. Anderson teje, en imágenes y símbolos, las reflexiones, sueños, anhelos y fantasías estético-místicas del creador incomprendido. El mar, con sus misterios e inmensidad, es una gran metáfora en este texto. Es importante señalar que el signo agua poblará otras composiciones del dramaturgo, señalando relaciones, afectos, recuerdos y subjetividades en movimiento, siempre en proceso de transformación, desbordando los límites reduccionistas. Estos son algunos de los temas centrales que recorren los textos articulados en Trilogia das águas –Trilogía de las aguas–, concebida entre 2014 y 2015. Aquí, el dramaturgo experimenta con la traducción y la escritura en otras lenguas [nota de traducción: Arthur Bispo do Rosário, nacido en Japaratuba, Sergipe, en 1909, Arthur, hijo de un carpintero, tiene como apellidos de bautismo “Bispo” (Obispo, oficio eclesiástico) y “Rosario” (patrona de las personas negras). Una paradoja que amalgama la jerarquía y la complacencia de la Iglesia católica presente en su vida y en su obra. Arthur Bispo do Rosário creó la mayor parte de su obra durante los 50 años que siguieron a su internación en el asilo de Colônia Juliano Moreira, cerca de Rio de Janeiro, en 1938. Allí comenzó un camino artístico de enorme intensidad y libertad. Sus trabajos expresan la forma en la que experimentaba el universo. Destacan su fe en Dios, pero sin dejar de criticar posturas dogmáticas, expresadas en cientos de textos transformados obsesivamente en innumerables bordados. La obra de Arthur Bispo do Rosário afirma su fe en el poder del arte, de la imaginación y el juego como herramientas cruciales para la adquisición de conocimiento].
Desde mediados de 2015, Anderson Feliciano, alimentado por el pensamiento de Franz Fanon, Leda Maria Martins y Edouard Glissant, matiza la noción de tropiezo como concepto-operador para pensar su trayectoria dramatúrgica y, en un horizonte más amplio, su proyecto artístico. En el acto de tropezar, el cuerpo en tensión y en riesgo aún no ha caído. Así, este cuerpo ensaya un gesto inestable y desestabilizador. Entonces, las invenciones a trompicones experimentan el tiempo y el espacio de forma inestable, no lineal y en espiral, como un síncope que va más allá de las normatividades. Tropeço –Tropiezo–, un libro publicado por la editorial Javali en 2020, también presenta las reflexiones de Anderson Feliciano sobre sus (y otros) cuerpos racializados en un mundo racista. En esta obra, las subjetividades negras son consideradas en sus complejidades, contradicciones y polisemias, que escapan a las lecturas irrefutables.
Tres textos componen el libro: Otras rosas (2016), Apología III (2017) y Pequeno tratado amoroso –Breve tratado amoroso– (2018). Permeadas por las indagaciones raciales, estas dramaturgias-archipiélagos, según Anderson, conjugan situaciones/narrativas fragmentarias que hablan de experiencias negras “demasiado rotas para traducirse en una identidad y coherencia representacional”, como propone Jota Mombaça. En Otras rosas, la postura insumisa de Rosa Parks, la mujer negra que, en el apartheid de Estados Unidos, se negó a ceder su asiento a un pasajero blanco, se reactualiza en un texto que repite numerosas veces la frase: “Yo no pienso que deba levantarme”. En Apología III, por su vez, Anderson se sumerge en sus recuerdos, encarnándolos de manera performativa y resignificando dolores, acontecimientos e intimidades de su vida. Una vez más, los archivos personales y familiares del autor son las fuentes estructurantes de esta poética. Estos archivos están llenos de bagaje imaginario, vivencial y reflexivo. Pequeno tratado amoroso –Breve tratado amoroso– esboza, de forma desgarrada, una intensa relación amorosa. La complicidad, los afectos, la entrega y los deseos palpitantes impregnan los relatos, los recuerdos, las cartas y los listados de alguien (¿Anderson?) que habla libremente de sus encuentros.
La imagen del tropiezo nos ofrece claves de lectura para acceder a otras obras del autor, como Ensaios sobre fragilidades y Ensaios sobre o possível –Ensayos sobre fragilidades y Ensayos sobre lo posible–, en las que breves diálogos y narraciones, elementos vocálicos e imágenes fracturan, de forma caleidoscópica, recuerdos familiares, relaciones afectivas y pensamientos imprecisos. Son, en efecto, ensayos, es decir, intentos poéticos de reelaborar las cicatrices personales y colectivas.
Finalmente, la dramaturgia de Anderson Feliciano puede verse como archipiélagos-laboratorios, en el que los fragmentos de lo particular no sólo se interconectan con lo colectivo, sino que lo hacen de forma experimental e inventiva, instigando siempre el desplazamiento.
(Guilherme Diniz)