(El Dr. se sienta en una caja, sin dejar la tetera).
Dr. –¿Es una especie de broma de esos jubilados que se sientan todo el día bajo el árbol de allí, cerca de ese tipo que vende fruta?
San –No, no. Por el amor de Dios, no creas que estoy tomando el pelo. Te lo digo muy en serio. Realmente lo soñé. Tres veces.
Dr. –¿Ellos te han pedido que vinieras aquí?
San –¿Pero por qué harían algo así?
Dr. –Porque es muy de ellos eso. Hay un hombre barrigón, que lleva ese caniche de juguete con el lacito en las orejas. Una persona así es capaz de todo.
San –¿Qué dices? No, no es así.
Dr. –Además, un día le arranqué al perro los lacitos de las orejas. Y no le gustó. La gente se apega demasiado a estos detalles y puede que se haya molestado. ¿Fue él?
San –No.
Dr. –Puede decir la verdad, no pasa nada. Si lo es, yo también me reiré y cerramos el tema.
San –Vas a pescar en el lago y allí morirás.
Dr. –¿Me estás siguiendo?
San –¿Yo?
Dr. –¿Cómo sabe que pesco junto al lago?
San –Mi sueño...
Dr. –Escúcheme, joven, la historia esta de sueño está muy mal contada. No puedo creer que un tipo de tu edad siga soñando con la vida de otras personas y luego... (Se pone la tetera en el muslo y se quema.) ¡Ayy!
San –Ay, Dios mío. Dios mío. El sueño comenzaba así, te estabas quemando con agua caliente. Todo el sueño tenía que ver con el agua. ¿Te has hecho daño?
Dr. –(Buscando una pomada en las cajas.) Vete.
San –Pero...
Dr. –Váyase. Voy a morir. Luego me envías unas flores y ya está.
San –Disculpe, señor.
Dr. –(Encuentra la pomada.) Muchas gracias por el mensaje. Ya me considero informado y muerto. Qué pase un buen día.
San –No quería preocuparte, pero siempre vas a pescar por la mañana a la orilla del lago...
(El Dr. se detiene asustado. Pero reacciona. Pone la pomada sobre la piel quemada.)
Dr. –Genial. Eso es lo que necesitaba yo. Un vecino que me vigila y ve todo lo que hago.
San –Es que no te vigilo ni nada de eso. Puedo explicarlo mejor. He soñado y también he jugado a las cartas. Juego al tarot...
Dr. –¿Tarot?
San –Tarot Gitano. Jugué con toda mi energía hacia ti. Y la primera carta fue fatal. Lo confirmó todo. Y acepto lo que dicen las cartas, sin importar a quién le duela.
Dr. –Muchacho, ¿cómo te llamas?
San –Santiago.
(El Dr. se aleja, muy asustado.)
Dr. –Basta, eso es demasiado.
San –¿Qué?
Dr. –Sólo estás inventando historias. Ta te has cruzado la línea.
San –¿Qué pasa? No lo entiendo.
Dr. –¿Se llama usted Santiago?
San –Sí.
Dr. –¿Es realmente Santiago? ¿S-a-n-t-i-a-go?
San –Sí. Santiago.
Dr. –¡El mío también!
San –Eso no puede ser cierto. Pero, ¿es realmente Santiago, sin más?
Dr. –Santiago, efectivamente.
San –¿No con una Y en lugar de una I? ¿Con TH? Pero esto es muy fuerte. Tenemos que comprobar la numerología. Tal vez por eso soñaba tanto. Es decir, Santiago sueña con Santiago.
Dr. –Ostras, ahora lo entiendo. Tú eres el que va a morir. El Santiago marcado eres tú y se confundieron al enviar el mensaje.
San –¡No! He visto tu rostro. No pesco en el lago, no me despierto al amanecer, no tengo gato.
(Fragmento de A última vida de um gato –La última vida de un gato–)